miércoles, 5 de septiembre de 2018


  Saúl Buk
           Perdón a dos        
Ocurrió.
La pesada mochila se montó
sobre mi débil espalda.
La cargué por años.
¿Debo juzgar mi intención?
Sí.
Para expulsar la sanguijuela
que absorbe mi sangre,
antes debo perdonarme.
¿Es suficiente?
No.
Además, tengo que perdonar
a quien depositó esa carga
sobre mi dorso
y complicó mi mente.
Le ordeno a mí ego:
“exime de culpas al intruso”.
Exculpados…los dos.
Ahora, aliviado,
flota en mí esa gruesa raya.
Esa abandonada cicatriz.  
¡Ojala mi intuición y mi razón
vibren en armonía!
Grito hasta desgañitarme:
“Perdonarse y perdonar para ser libre”.
     Saúl Buk  05-09-2018

lunes, 3 de septiembre de 2018


             Saúl Buk
        Rabdomante
No busques tan hondo.
Piensa, luego profundiza.
¿Tu energía se transmite
a la varita de madera?
No llegaras jamás al núcleo.
El enojo de la tierra encendida
te rechaza.
Tal vez halles una veta de agua.
¿Transmitirás tu hallazgo?
Es pesado y ocupa mucho lugar
en tu blando cerebro.
Puede estallar.
Recuerda: agua es inteligencia.
Tiembla tu vara y tu mano.
¿Osadía que estremece?
No ceses hasta encontrar
el translúcido líquido.
Será tuyo y si lo capturas,
insiste en compartirlo.
O habrás fracasado
una vez más.
  Saúl Buk  26-08-2018
Derechos reservados


domingo, 26 de agosto de 2018


            Quántico
Mi angustiante agujero negro
me invita a conocerlo.
¿Es peligroso?
No lo sé, pero me rehúso.
Me hago el distraído
cuando miro al granulado cielo
que me rodea.
Recorro ese envoltorio inquieto
hasta que descubro
que también es poseedor
de agujeros negros.
Micro y macro mundo.
Yo y el cielo.
Una incógnita.
Un espacio que me circunda
mientras sostiene al universo.
Mi tiempo es variable.
No puedo elegir a qué velocidad
ondular mi existencia.
Un continuo movimiento
hace que nos transformemos.
Y vuelta a empezar.
      Saúl Buk   22-08-2018

domingo, 22 de julio de 2018


         Saúl Buk
Pocas letras
Apenas terminé de leerlo,
el tipo me lo exigió.
“Lléveselo, señor”, le dije.
Regresó.
Caminaba sin control.
¿La altura del bar del primer piso
le provocaba vértigo?
“Le faltan letras”, me gritó.
“Bueno, yo lo leí primero”, le dije.
Enarcó sus espesas cejas.
Su puño amenazante deseaba estrellarse
contra mi frágil nariz.
¿“Nunca recibió un diario ya leído”?
¿Señor no sabe que las letras de un periódico
se consumen leyendo?
“Sí, no, pero le faltan letras…”, susurró.
Desconocía las metáforas.
Entonces le expliqué:
“los textos los interpretamos,
agregamos y quitamos”.
Mareado y corto de ideas,
la gruesa cáscara
que envolvía sus huecas neuronas,
cayó sobre la mesa.
                    Saúl Buk  27-06-2018
  





                                                       Saúl Buk
                              Dos muñecas
El tipo desayunaba todos los días en el café del primer piso; igual que yo. Eso no me daba motivos de preocupación, lo que sí me molestó, esa mañana, fue que me miraba en forma insistente mientras sostenía sobre sus muslos un par de guantes de box. Después de cada sorbito de café, mis ojos recibían la orden de espiarlo.Esperó a que terminara de leer el diario o tal vez a que leyera la última página. Se levantó de su silla con los puños cerrados y chocándolos entre sí. Me pidió el diario. Se lo di, pero al rato regresó dando pequeños saltos. Tambaleante, ubicó su cara frente a la mía. Podía oler su aliento. Sin preámbulo me dijo que le faltaban letras al periódico. Entonces me pregunté si no era a el a quien le faltaba algo. Tardé un buen rato en explicarle, con mi mejor sonrisa, que el primero que lo lee le va quitando algunas vocales o una que otra consonante. No lo entendió o no quiso captar la metáfora.
El rostro que me ofrecía estaba encendido, un tomate frito en cada pómulo. Calor y rubor  competían en forma armónica. Intenté suavizar su estado de ánimo colocando mi mano sobre su hombro.
  Señor, debería saber, que según como leamos el periódico le vamos quitando contenido al texto le dije.
No le quise aclarar que a veces le agregamos. Lo iba a complicar más todavía. El tipo seguía sin entender. Alzó su puño derecho, con el cual me amenazó. El pobre camaleón ahora estaba palideciendo y sus ojos perdieron su parte oscura. Una lechada de cal  los cubría. Su testa cayó sobre la mesa. Mi café no soportó el impacto y se distribuyó irregularmente. Una parte sobre  la mesa y otra en el piso. Yo veía una obra de arte. Un damero compuesto por el blanco de su rostro y el negro del café. Me agradaba la composición.
Lo esperé a que reaccionara. Estaba hecho un ovillo. Lentamente levantó su cabeza, acomodó su mirada lo mejor que pudo, mientras toda su osamenta se enderezaba. Resucitó. Inclinó levemente su peluca, que arrastraba todo lo que había quedado sobre su cuello.
Gracias, señor me dijo.
No sé que me quiere decir le respondí.
Usted deberá comprender que el haberme alejado de mi terrible situación, es para agradecer.
Sigo sin entenderlo.
Señor, voy a confesar: soy boxeador y abogado.
Bueno, lo felicito.
Ese no es el problema. La cuestión es que mi esposa se quiere separar.
Le ocurre a muchos le dije.
Si, pero ella quiere divorciarse del boxeador. Mi mujer pertenece a una familia de la alta sociedad.
Me planteaba una situación que yo no podía resolver.
¿Consultó con otro abogado? me animé a preguntarle, mientras secaba la mesa con una servilleta.
No, lo hice con otro boxeador, es más económico. Soy del gremio y conozco el paño.
¿Qué le dijo?
Que aplique en la frágil nariz de mi esposa, todo lo que había aprendido boxeando.
 − Le dije que eso era ilegal, pero si encontraba a alguien que la sustituyera, eso calmaría mis nervios. Lo encontré cuando usted me explicó lo del diario. Me imaginé que usted era ella y lo iba a golpear, pero el abogado que tengo en mi interior prevaleció y me detuvo. Me desaconsejó a que tomara esa actitud violenta. Fue una gran frustración para mí como   boxeador.
− ¿Entonces?
  Supongo que ese fue el instante en el que me desmayé.
Su defensa, aunque breve, no carecía de cierta lógica.
− ¿Ahora qué va a hacer señor o… doctor? En realidad no sé cómo llamarlo.
 Su paciencia me inspira− me dijo. Creo que tengo la solución. Voy a llamar a mi amante, ella adora a los púgiles, los frecuenta a todos.
− ¿Y luego?
− Luego me entregaré de cuerpo y alma, totalmente esposado, a mis dos muñecas.
− En mis dos muñecas− le corregí.
− No señor, para María el abogado  y para Inés el boxeador. ¿No le parece?
− Sí, señor juez− le dije.
Aceptó la adulación. Me devolvió el diario, ya no lo necesitaba.

                       Saúl Buk 05-07-2018
                       Derechos reservados




Saúl Buk
               Encierro
 Por esa carta que me enviaste,
( mis manos nunca la habían palpado)
fui hasta el buzón de la esquina.
El maldito se erguía frenético
 y rojo de ira me gritaba:
“el único mensaje
que yace en mi piso,
es el tuyo”.
Abrió su boca negra.
Creí que bostezaba.
Sin embargo me invitó a pasar.
En su oscuro interior, pude leerla.
El fondo como un imán me atraía.
Nadie me había develado
que fui mi propio traidor.
Ahora que lo sé,
deseo salir del encierro,
quiero y no puedo.
       Saúl Buk  20-07-2018
    Derechos reservados




Saúl Buk
               Encierro
 Por esa carta que me enviaste,
( mis manos nunca la habían palpado)
fui hasta el buzón de la esquina.
El maldito se erguía frenético
 y rojo de ira me gritaba:
“el único mensaje
que yace en mi piso,
es el tuyo”.
Abrió su boca negra.
Creí que bostezaba.
Sin embargo me invitó a pasar.
En su oscuro interior, pude leerla.
El fondo como un imán me atraía.
Nadie me había develado
que fui mi propio traidor.
Ahora que lo sé,
deseo salir del encierro,
quiero y no puedo.
       Saúl Buk  20-07-2018
    Derechos reservados



lunes, 18 de junio de 2018


Saúl Buk
“Un comienzo”
Capitulo 15
¡Vaya!, ¡Vaya!, repetía yo mientras me retiraba del tribunal. Yo iba y sabía adónde. De pronto me acostaron. Quedé nuevamente en posición horizontal. Esperaba a Venus y a Adán como quien espera nacer nuevamente. Mi espera era mi propio parto. Los vi venir y estaba tan emocionado que no hilvanaba un pensamiento. No encontraba las palabras justas con las que los iba a recibir.
Hola, deténganse que volvemos a la tierra fue todo lo que se me ocurrió decir.
Venus sonrió. Lo miró a Adán satisfecha. Lo besó en la frente y repitió:
Volvemos Adán.
¿  d nd m m ?
A la tierra Adán.
Adán no entendía que es lo que estaba ocurriendo. Desconocía el término tierra.
Ya te lo explicaremos, hijo. ¿Cómo seguimos, Ángel?
Tengo algunas dudas. Desconozco el camino de regreso. Voy a consultar con ángeles amigos.
Me dijeron que lo único que tenía que hacer es decir en voz alta, cuál era mi necesidad en ese momento. Lo hice y entonces descubrí que cuando alguien necesita ayuda en el cielo, resuenan parlantes que son oídos por todos y concurren los más indicados a colaborar.
Dos ángeles se acercaron.
Diríjanse a Cabildo y Juramento del cielo. ¿Les suena?
¿Cómo voy a reconocer el lugar?− le pregunté al más cercano.
− El viento te conducirá hasta el tornado que está ubicado en esa esquina.
Le transmití esa información a mi familia. ¡Qué orgullo sentí cuando pensé en “familia”! Soplaba el aire cada vez más fuerte, hasta que vimos un cilindro vertical rotando a toda velocidad. Nos acercamos. Tres ángeles se ocuparon de nosotros y lo hacían de a uno por persona. Cumplían, según luego me dijeron, con órdenes que habían recibido. Fue muy fácil nuestra introducción en el tornado. Por el tacto percibimos que en el interior de la misma habían colocado tres sillas. Íbamos a ser conducidos en un túnel del tiempo, pero a la inversa del habitual. Ellos mismos nos sujetaron con correas.
− ¿Están listos?− preguntaron.
No tuvimos reacción, ni respuesta. Estábamos sorprendidos. Comenzamos un lento descenso que luego se fue acelerando. Notamos que a medida que avanzábamos, nos íbamos cubriendo sin quererlo, con ropas adecuadas a una ciudad. No se veía a nadie. Tampoco conversábamos. Poco tiempo transcurrió hasta que desapareció el tornado. Nos encontramos parados sobre el asfalto, justo en el centro de Cabildo y Juramento. Rodeados de autos y colectivos. La gente pasaba a nuestro lado sin dirigirnos la mirada. No los sorprendíamos. Venus me abrazó sin soltar a Adán. Estrechó todo su cuerpo contra el mío, apretándolo con todas sus fuerzas. Tuve una extraña sensación que nunca había percibido.
− Ahora sos un hombre− me dijo, esbozando una pícara sonrisa y mirando el centro de mi figura.
Seguí su mirada y noté que había conseguido lo que tanto deseaba. Ahora nuestras noches de amor serían completas. Envolví con mis brazos a Venus y a Adán.
− Pisemos el umbral del café del primer piso, nuestro café, dijo Venus.
 Adán no salía de su asombro. Sus ojos se expresaban como los de Venus cuando algo la sorprendía. Caminamos entre la gente hasta llegar a la puerta del café. Por supuesto que la tía invisible nos estaba esperando. (¿Alguien le habrá pasado el dato de nuestro arribo?).
− ¿Qué tal, regresaron bien?
− Sí, gracias, le respondí.
− Lo hicieron todo muy rápido, me dijo.
− No sé cuánto tiempo transcurrió.
− ¿Con quién hablas, Ángel?− me preguntó Venus.
− No, con nadie, estaba pensando en voz alta.
Caminamos los tres hasta nuestro edificio. Le tocamos el timbre a doña Rosa para pedirle las llaves de nuestro departamento. Por suerte estaba en su casa. Apareció con sus infaltables ruleros y su delantal de cocina, esta vez manchado de harina, de aceite y vaya a saber uno de qué otras cosas. Un abstracto perfecto.
− Se fueron por muy poco tiempo− nos dijo.
− No tenemos idea− dijo Venus.
− Ya empezamos con las gracias. Si uno se va sabe perfectamente cuánto tiempo estuvo afuera. ¿Quién es el niño?
− Nuestro hijo Adán. Se acuerda doña Rosa que yo estaba embarazada.
− Sí, me acuerdo señora, pero no me tome por tonta. Este chico tiene la altura de una personita de seis años y ustedes se fueron hace cuatro días.
− Bueno, allí las cosas son así− le dije.
− ¿Allí, donde Ángel?
− En el cielo.
− ¿Me quiere convencer que fueron al cielo y volvieron?
− Así es− le dije.
−Dejemos los chistes para después, soy una mujer grande. Pasen.
− Gracias− dijo Venus.
− ¡Ah, Ángel!, un vecino me preguntó cuál era su apellido, porque sinceramente, los veía raros y si habría que hacer alguna denuncia policial, sería necesario.
− Ahora me llamo Ángel Homo Sapiens.
− ¿Dos apellidos? No sabía que era de alcurnia.
Ingresamos a nuestro departamento. Estaba como lo habíamos dejado, aunque se notaba que alguna mano lo mantuvo limpio y ordenado.
Lo sentamos a Adán frente al televisor para que mejore su español y la invité a la tía de Venus a que se retire. Más adelante seguiríamos conversando.
Mientras Venus se comunicaba con la redacción del diario, yo trataba de conseguir un instituto donde estudiar periodismo.
Teníamos muchos planes…
                                                     Saúl Buk   18-06-2018


jueves, 7 de junio de 2018


Saúl Buk
“Un comienzo”
Capítulo 14.
El tribunal celestial estaba ubicado en un lugar que era lo más parecido a un desierto de oxígeno. Su único espejismo era un ángel superior en posición vertical, que oficiaba de juez. Se distinguía por ser  el único sector del cielo en el cual los habitantes (fijos u ocasionales), estaban en esa posición. Todavía no sé por qué extraña fuerza yo también quedé con los pies apoyados en el aire. Me sentí inestable física y mentalmente. Estábamos uno frente al otro, cuando comencé a escuchar una suave música que me hacía recordar a “Pompas y circunstancias”.
¿S , q e l  tr   p r  c ? me dijo.
Señor Juezángel, le aclaro antes de comenzar, que le voy a hablar en el idioma de los terrestres, ya que no quiero olvidarme de sus hermosos vocablos.
Bien, le contestaré en ese idioma. Lo aprendí en una misión que tuve que realizar en un hospital de humanos. Sí, que lo trae por acá, es lo que le pregunté.
Gracias, su señoría. He conversado con Venus y  quiere regresar a sus terruños. le dije muy satisfecho.
¿Quién es Venus? me preguntó.
Mi esposa le dije orgulloso.
Los ángeles no tenemos esposa replicó sin mirarme.
Pero, tal vez usted no recuerde. En su oportunidad, yo aterricé con su consentimiento. Allí la conocí y tenemos un hijo al que llamamos Adán.
Recuerdo, usted es el ángel rebelde que quería procrear. ¿Cuál es el trámite que desea realizar ahora?
S ñ r juez, sé que hay un apartado especial en las eternas leyes del cielo, dedicado a los ángeles que desean ir a vivir a la tierra.
Es una excepción y como tal debemos tratarla.
Me preocupa su respuesta, S ñ r juez.
Estoy seguro que tiene la información de que al segundo descenso al planeta terráqueo, el ángel pasa a ser sexuado, como un humano común y no puede volver al cielo. Es casi una condena.
Lo sé y estoy dispuesto a correr ese riesgo porque la amo profundamente.
El magistrado ordenó un cuarto intermedio. Tenía que discutir el caso con los integrantes de la corte que estaban ausentes. A mí me citó para “después” ya que el tiempo no existe en el mundo angelical. Mientras, yo esperaba en ese ambiente tan despojado y diferente al que ya me había acostumbrado en el barrio de Belgrano. Me sentía presionado cuando pensaba en el cuestionamiento que me había hecho Venus. Su pregunta se repetía sin cesar  en mi mente: “¿Qué ocurriría si el tribunal fallaba en contra y yo me tendría que quedar en el cielo?”
Era como el picotear de un pájaro carpintero en el tronco del árbol.
De reojo veía pasar a Venus y a Adán. Ella lo sostenía con ambas manos y él permanecía afirmado al pecho de su madre que parecía tener miedo a que la despojaran de su crío.
Y el “después” llegó con una pregunta inesperada:
¿Consultó con su esposa si ella no desearía convertirse en un ángel?
No, no lo hice.
¿Por qué no lo intenta y seguimos?
Esa no era la respuesta que yo anhelaba, pero sabía que hay reglas que respetar. Me retiré y fui a esperar el paso de Venus con el niño. Ni bien los vi me acoplé a ellos. Los tres juntos me hacían fuerte.
¿Qué te dijo? Me preguntó Venus.
Me pidió que te consulte si no querés ser un ángel.
Lo aceptaría, pero aquí no hay periódicos y no quisiera abandonar mi profesión.
De acuerdo, se lo voy a transmitir al juez le contesté sin agregar argumentos.
Antes de regresar observé a mi hijo y vi como había crecido. Sin el tiempo como condicionante, él se desarrollaba a una velocidad diferente. Los dejé que siguieran con su rutina.
Grande fue mi sorpresa al regresar al tribunal. Me impactó ver al juez, dos ángeles y una figura más. Yo no lo podía creer. ¿Estaría alucinando? (Me vinieron a la mente las figuras de Francis Bacon). Era la tía de Venus, la invisible, esta vez sin el gorrito verde. La saludé con un gesto, pero no me contestó. Me extrañó que no respondiera a mi saludo. Luego recordé que existe una teoría que dice que lo que está abajo, también está arriba. Entonces entendí que ella sería una doble de la tía y no tenía por qué conocerme.
El juez me dijo que había conversado con los otros miembros del Tribunal Celestial y que acataría la decisión de ellos. El no votaba. Nuevamente pasaron a deliberar. Lo hicieron sin moverse del lugar, simplemente desaparecieron. Cuando los pude ver estaban los cuatro alineados, mirándome. Eso sí, todos de pié.
− La votación se hará con su presencia, Ángel− me dijo el juez.
− Que D  s me ayude− le dije, invocando al supremo.
El juezángel se dirigió a los tres integrantes del tribunal y les dio instrucciones precisas: si la respuesta era afirmativa, es decir que yo me pudiera ir, ellos debían bajar la cabeza. En caso contrario debían mantenerse con la testa erguida. Al primer miembro se le cayó el maxilar inferior arrastrando su calota en voto afirmativo. El segundo quedó petrificado (parecía un “moái”. Voto negativo absoluto. Yo estaba parado, pero en punta de pies y temblando. La “tía” me guiñó un ojo y agachó la cabeza. Tomé conciencia del fallo. Apoyé toda la planta de mis pies…en el aire. La rigidez de todo mi cuerpo no me permitía agradecer. Ellos se dieron cuenta de lo que me estaba ocurriendo.
− Vaya Ángel, vaya, que Venus tiene los ojos inundados de amor hacia usted y su hijo.
                     Saúl Buk   06-06-2018




domingo, 3 de junio de 2018


Saúl Buk
Capítulo 13.
“Un comienzo”
Desde el mismo momento en que comenzamos a ascender, desapareció de nuestras vidas la noción del tiempo. Por lo que no podría decir cuánto tardamos en llegar al supra mundo, donde todos eran ángeles. Nuestras mentes se comportaban como el blanco sobre blanco. Todo comenzó a transcurrir y nosotros quedamos incorporados en esta aventura. Antes de arribar fuimos despojados de nuestros asientos y en forma automática quedamos en posición horizontal, como peces pero en el aire. Suspendidos en el espacio, rodeados de nada, como los demás. Tampoco advertí en qué momento nos despojaron de nuestras ropas. Ocurrió y eso es todo. Ningún ángel tenía vestimenta. Miré con atención, pero el único abdomen que se abultaba cada vez más era el de Venus.
Ella volaba en silencio, hasta que su curiosidad periodística le hizo emitir sonidos que se transformaron en preguntas.
¿Y ahora? me preguntó con una voz débil y dulce.
N  s ,  sp r m s.
− Todavía no, Ángel, todavía no entiendo.
− Quise decir: “no sé esperemos”.
− Estamos circulando en redondo.
− Sí, aquí todos dan vueltas permanentemente.
− ¿Para llegar adonde, Ángel? ¿Será como una calesita que gira y no llega a ningún lado?
− Cada uno tiene asignada una f nc  n.
− ¿Una qué?
− Una función, Venus.
− ¿Quién las ordena o las otorga? Desconozco como está organizado.
− Los ángeles s p r  r s. Ellos nos van a reconocer y nos dirán cuál es nuestra misión.
− Pero yo no soy un ángel− me dijo Venus.
− El que llega a esta altura se va perfeccionando hasta serlo. Todos tenemos alguna tarea específica, como podría ser la de curar o proteger a los seres humanos. Cada uno de nosotros tiene asignado un terráqueo por lo menos y a la vez ellos nos invocan.
− Todo lo que me decís lo voy a retener en la memoria, ya que aquí no puedo escribir. Será otra noticia bomba para publicar. Me parece que para cuando regresemos voy a tener material para volcar en un libro.
− ¿Deseas volver a la tierra?− le pregunté asombrado.
− Por supuesto, yo no me pierdo la publicación de esto que nos está ocurriendo.
Sinceramente  no creí que Venus  desearía volver a la tierra. Después de que diera a luz  lo conversaríamos. Me arrepentí. No esperaría.
− En ese caso voy a concertar una audiencia con el Tribunal Celestial.
− ¿Para?− me preguntó Venus asustada por la palabra “tribunal”.
− Te voy a explicar. Existe una posibilidad de que un Ángel regrese por segunda vez a la tierra. En ese caso se le concede la gracia de incorporar a su cuerpo los órganos genitales internos y  externos con la condición de que nunca más podrá ingresar al cielo. Será un terráqueo definitivamente.
Suspendidos en el aire, livianos como un pensamiento, recorríamos el cielo tomados de la mano. Dos plumas blancas unidas para siempre. Algunos ángeles  miraban la figura de Venus con cierta perplejidad. Hablaban entre ellos. Se sonreían. Venus dirigía sus hermosos ojos a cada ser que se le cruzaba en el espacio. En realidad, no entendía nada de lo que estaba ocurriendo. Girábamos, por ahora esa era nuestra tarea. Ellos sabían que debíamos estar libres de preocupaciones. El vientre de Venus aumentaba de tamaño en forma acelerada.
−Siento que voy a explotar, Ángel.
− Estas por parir, Venus.
− ¿Cómo será eso? Estoy asustada, sin ayuda será difícil.
− Recordá que mis ángeles amigos me habían anticipado que no habrá dolor y no será por vía vaginal.
− ¿Entonces?
− Sorpresa feliz, Venus, muy feliz.
Ella logró sonreírse como un niño el día de Reyes.
Tres ángeles protectores se me acercaron para anunciarme que el parto era inminente. Sus instrucciones me tranquilizaron.
− Venus, estirá tus brazos, con las palmas hacia arriba, como para recibir algo.
Ella, sorprendida hizo lo que le había indicado. De pronto y por encanto divino apareció en sus brazos un bebé de sexo masculino. Venus lo atrajo hacia ella y lo apretó muy suave contra sus pechos. Me acerqué a ella; los abracé a ambos. La besaba mientras mis lágrimas y las de ella se fundían entre sí bañando la cabecita de nuestro bebé. Luego, esos diamantes, rodaron sobre sus mejillas iluminando su carita. El niño no lloraba; me pareció que sonreía.
− ¿Cómo lo llamaremos, Ángel?
− ¿Qué te parece si por ser el primero que nace en estas condiciones lo llamamos Adán?
− Excelente idea, será nuestro Adán. Tal vez él sea el origen a un mundo nuevo.
                       Saúl Buk 02-06-2018


lunes, 28 de mayo de 2018


Saúl Buk
“Un comienzo”
Capítulo 12.
Mi antebrazo derecho parecía más corto cuando le fui a tocar el timbre a Doña Rosa. A esta altura de los acontecimientos, ya no tenía ganas de responder preguntas personales, pero por educación, tenía la obligación de despedirme. Mis neuronas juguetonas  se peleaban por saber cuántas veces  apretaría ese botón. Una, dos, tres o le ofrecería a mi vecina un concierto original, un solo de timbre. Finalmente, fue una vez la que tuve que oprimir el pulsador. Apenas retiré mi dedo índice, la señora con sus infaltables ruleros, ya había abierto la puerta, sin haber antes consultado siquiera quién era el que llamaba. ¿Estaría con su ojo pegado a la mirilla?
Hola, Doña Rosa, venía a saludarla, nos vamos por un tiempito le dije sonriente.
¿Adonde? Si su esposa está embarazada.
Lejos, pero es casi seguro que regresaremos.
¿Cuándo se irán, Ángel?
A la madrugada, doña.
¿Un vuelo nocturno?
Algo así.
Que tengan suerte. ¿Cuanto les llevará llegar al destino?
No tengo idea.
¿Cómo, no lo sabe?
No, doña Rosa, es sorpresa.
Qué raro, pero bueno, les deseo un buen viaje me dijo, con un gesto de desconfianza.
Gracias, nos vemos le dije.
Cuando di media vuelta para regresar al departamento, casi atropello a la tía invisible de Venus que me miraba con asombro y enojo. Ella había escuchado toda la conversación.
No se ponga así, tía le dije.
¿Cómo que no?, si se lleva a mi sobrina predilecta.
Bueno ella no va a sentir su ausencia. Nunca la ve.
Ella no, pero yo sí.
Volveremos, tía y casi seguro que con su sobrino nieto.
Se acomodó un sombrero verde, que nunca se lo había visto y desapareció.
Me acerqué en silencio a nuestro departamento. Por cábala pisaba únicamente los cuadrados blancos del damero que ofrecía el embaldosado; quería sorprender a Venus y ver que estaba haciendo. Abrí la puerta. Ella estaba acomodando ropa en una valija. Me pareció que temblaba.
¿Qué estás haciendo Venus? le pregunté.
Preparando el equipaje. A propósito ¿cómo es el clima por esos lados?
No vas a necesitar llevar nada. Allí nos van a dar todo lo que necesitemos. Arriba es diferente.
El gesto de asombro de Venus merecía figurar en la primera plana de cualquier diario.
−F lt n s l  d s h r s. (faltan solo dos horas)
− ¿Te ocurre algo Ángel? No te entiendo.
− N , n d ,  st y  pr ct c nd  l  d  m  d l  c  l . (No, nada, estoy  practicando el idioma del cielo).
− No comprendo− dijo Venus− mientras iba y volvía con nada en las manos.
− Bueno, te voy a explicar: el cielo es un lugar sagrado en el que no se usan las vocales, tal como podes observarlo en los textos bíblicos, que están escritos mayormente con consonantes.
− Va a ser difícil, Ángel.
− Todo se aprende, Venus.
Dejamos todo como estaba. La llave la depositamos sobre la alfombra de la puerta de de Doña Rosa con un cartelito: “Guárdela, por favor. Gracias. Venus y Ángel”.
El preciado equipaje era nuestro crío.
Faltaban diez minutos para las dos de la madrugada, pero íbamos a llegar a tiempo. Un fuerte viento comenzó a barrer el barrio de Belgrano. Nosotros caminábamos por Cabildo .Apenas avanzábamos. Nos abrazamos muy fuerte mientras tarareábamos  “Danubio azul”, lo bailábamos. Nuestra danza acompañaba el ímpetu del tornado. Girábamos en el sentido del viento. Con algún esfuerzo llegamos al umbral del café del primer piso. Un aire espeso, muy condensado nos envolvió y en medio de un torbellino que nos enceguecía, nos guió hasta el centro del asfalto de Cabildo y Juramento. Logramos tocar las dos sillas prometidas. Eran mullidas y tibias. Nos sentamos. Ajustaron unas correas alrededor de nuestras cinturas. Nos acercamos tanto que parecía que nos fundíamos. Éramos una pareja.
− B  n v  j , V n s.
− B  n v  j , ng l.
No podría explicar si una fuerza externa nos impulsó o una superior nos atrajo. Comenzamos a elevarnos.
                          Saúl Buk 28-05-2018