lunes, 28 de mayo de 2018


Saúl Buk
“Un comienzo”
Capítulo 12.
Mi antebrazo derecho parecía más corto cuando le fui a tocar el timbre a Doña Rosa. A esta altura de los acontecimientos, ya no tenía ganas de responder preguntas personales, pero por educación, tenía la obligación de despedirme. Mis neuronas juguetonas  se peleaban por saber cuántas veces  apretaría ese botón. Una, dos, tres o le ofrecería a mi vecina un concierto original, un solo de timbre. Finalmente, fue una vez la que tuve que oprimir el pulsador. Apenas retiré mi dedo índice, la señora con sus infaltables ruleros, ya había abierto la puerta, sin haber antes consultado siquiera quién era el que llamaba. ¿Estaría con su ojo pegado a la mirilla?
Hola, Doña Rosa, venía a saludarla, nos vamos por un tiempito le dije sonriente.
¿Adonde? Si su esposa está embarazada.
Lejos, pero es casi seguro que regresaremos.
¿Cuándo se irán, Ángel?
A la madrugada, doña.
¿Un vuelo nocturno?
Algo así.
Que tengan suerte. ¿Cuanto les llevará llegar al destino?
No tengo idea.
¿Cómo, no lo sabe?
No, doña Rosa, es sorpresa.
Qué raro, pero bueno, les deseo un buen viaje me dijo, con un gesto de desconfianza.
Gracias, nos vemos le dije.
Cuando di media vuelta para regresar al departamento, casi atropello a la tía invisible de Venus que me miraba con asombro y enojo. Ella había escuchado toda la conversación.
No se ponga así, tía le dije.
¿Cómo que no?, si se lleva a mi sobrina predilecta.
Bueno ella no va a sentir su ausencia. Nunca la ve.
Ella no, pero yo sí.
Volveremos, tía y casi seguro que con su sobrino nieto.
Se acomodó un sombrero verde, que nunca se lo había visto y desapareció.
Me acerqué en silencio a nuestro departamento. Por cábala pisaba únicamente los cuadrados blancos del damero que ofrecía el embaldosado; quería sorprender a Venus y ver que estaba haciendo. Abrí la puerta. Ella estaba acomodando ropa en una valija. Me pareció que temblaba.
¿Qué estás haciendo Venus? le pregunté.
Preparando el equipaje. A propósito ¿cómo es el clima por esos lados?
No vas a necesitar llevar nada. Allí nos van a dar todo lo que necesitemos. Arriba es diferente.
El gesto de asombro de Venus merecía figurar en la primera plana de cualquier diario.
−F lt n s l  d s h r s. (faltan solo dos horas)
− ¿Te ocurre algo Ángel? No te entiendo.
− N , n d ,  st y  pr ct c nd  l  d  m  d l  c  l . (No, nada, estoy  practicando el idioma del cielo).
− No comprendo− dijo Venus− mientras iba y volvía con nada en las manos.
− Bueno, te voy a explicar: el cielo es un lugar sagrado en el que no se usan las vocales, tal como podes observarlo en los textos bíblicos, que están escritos mayormente con consonantes.
− Va a ser difícil, Ángel.
− Todo se aprende, Venus.
Dejamos todo como estaba. La llave la depositamos sobre la alfombra de la puerta de de Doña Rosa con un cartelito: “Guárdela, por favor. Gracias. Venus y Ángel”.
El preciado equipaje era nuestro crío.
Faltaban diez minutos para las dos de la madrugada, pero íbamos a llegar a tiempo. Un fuerte viento comenzó a barrer el barrio de Belgrano. Nosotros caminábamos por Cabildo .Apenas avanzábamos. Nos abrazamos muy fuerte mientras tarareábamos  “Danubio azul”, lo bailábamos. Nuestra danza acompañaba el ímpetu del tornado. Girábamos en el sentido del viento. Con algún esfuerzo llegamos al umbral del café del primer piso. Un aire espeso, muy condensado nos envolvió y en medio de un torbellino que nos enceguecía, nos guió hasta el centro del asfalto de Cabildo y Juramento. Logramos tocar las dos sillas prometidas. Eran mullidas y tibias. Nos sentamos. Ajustaron unas correas alrededor de nuestras cinturas. Nos acercamos tanto que parecía que nos fundíamos. Éramos una pareja.
− B  n v  j , V n s.
− B  n v  j , ng l.
No podría explicar si una fuerza externa nos impulsó o una superior nos atrajo. Comenzamos a elevarnos.
                          Saúl Buk 28-05-2018

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