Saúl
Buk
“Un
comienzo”
Capítulo 12.
Mi
antebrazo derecho parecía más corto cuando le fui a tocar el timbre a Doña Rosa.
A esta altura de los acontecimientos, ya no tenía ganas de responder preguntas
personales, pero por educación, tenía la obligación de despedirme. Mis neuronas
juguetonas se peleaban por saber cuántas
veces apretaría ese botón. Una, dos,
tres o le ofrecería a mi vecina un concierto original, un solo de timbre.
Finalmente, fue una vez la que tuve que oprimir el pulsador. Apenas retiré mi
dedo índice, la señora con sus infaltables ruleros, ya había abierto la puerta,
sin haber antes consultado siquiera quién era el que llamaba. ¿Estaría con su
ojo pegado a la mirilla?
−
Hola, Doña Rosa, venía a saludarla, nos vamos por un tiempito−
le dije sonriente.
−
¿Adonde? Si su esposa está embarazada.
−
Lejos, pero es casi seguro que regresaremos.
−
¿Cuándo se irán, Ángel?
− A
la madrugada, doña.
−
¿Un vuelo nocturno?
−
Algo así.
−Que
tengan suerte. ¿Cuanto les llevará llegar al destino?
−
No tengo idea.
−
¿Cómo, no lo sabe?
−
No, doña Rosa, es sorpresa.
−
Qué raro, pero bueno, les deseo un buen viaje−
me dijo, con un gesto de desconfianza.
−
Gracias, nos vemos− le dije.
Cuando
di media vuelta para regresar al departamento, casi atropello a la tía
invisible de Venus que me miraba con asombro y enojo. Ella había escuchado toda
la conversación.
−
No se ponga así, tía− le dije.
−
¿Cómo que no?, si se lleva a mi sobrina predilecta.
−
Bueno ella no va a sentir su ausencia. Nunca la ve.
−
Ella no, pero yo sí.
−
Volveremos, tía y casi seguro que con su sobrino nieto.
Se
acomodó un sombrero verde, que nunca se lo había visto y desapareció.
Me
acerqué en silencio a nuestro departamento. Por cábala pisaba únicamente los
cuadrados blancos del damero que ofrecía el embaldosado; quería sorprender a
Venus y ver que estaba haciendo. Abrí la puerta. Ella estaba acomodando ropa en
una valija. Me pareció que temblaba.
−
¿Qué estás haciendo Venus?− le pregunté.
−Preparando
el equipaje. A propósito ¿cómo es el clima por esos lados?
−
No vas a necesitar llevar nada. Allí nos van a dar todo lo que necesitemos.
Arriba es diferente.
El
gesto de asombro de Venus merecía figurar en la primera plana de cualquier
diario.
−F lt n s l
d s h r s. (faltan solo dos horas)
− ¿Te ocurre algo Ángel? No te entiendo.
− N , n d , st y pr
ct c nd l d m d l c l . (No,
nada, estoy practicando el idioma del
cielo).
− No comprendo− dijo Venus− mientras iba y volvía
con nada en las manos.
− Bueno, te voy a explicar: el cielo es un
lugar sagrado en el que no se usan las vocales, tal como podes observarlo en
los textos bíblicos, que están escritos mayormente con consonantes.
− Va a ser difícil, Ángel.
− Todo se aprende, Venus.
Dejamos todo como estaba. La llave la
depositamos sobre la alfombra de la puerta de de Doña Rosa con un cartelito: “Guárdela,
por favor. Gracias. Venus y Ángel”.
El preciado equipaje era nuestro crío.
Faltaban diez minutos para las dos de la
madrugada, pero íbamos a llegar a tiempo. Un fuerte viento comenzó a barrer el
barrio de Belgrano. Nosotros caminábamos por Cabildo .Apenas avanzábamos. Nos
abrazamos muy fuerte mientras tarareábamos “Danubio azul”, lo bailábamos. Nuestra danza
acompañaba el ímpetu del tornado. Girábamos en el sentido del viento. Con algún
esfuerzo llegamos al umbral del café del primer piso. Un aire espeso, muy
condensado nos envolvió y en medio de un torbellino que nos enceguecía, nos
guió hasta el centro del asfalto de Cabildo y Juramento. Logramos tocar las dos
sillas prometidas. Eran mullidas y tibias. Nos sentamos. Ajustaron unas correas
alrededor de nuestras cinturas. Nos acercamos tanto que parecía que nos
fundíamos. Éramos una pareja.
− B n
v j , V n s.
− B n v j , ng l.
No podría explicar si una fuerza
externa nos impulsó o una superior nos atrajo. Comenzamos a elevarnos.
Saúl Buk 28-05-2018
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