Saúl Buk
“Un comienzo”
Capítulo
14.
El tribunal celestial estaba ubicado
en un lugar que era lo más parecido a un desierto de oxígeno. Su único
espejismo era un ángel superior en posición vertical, que oficiaba de juez. Se
distinguía por ser el único sector del
cielo en el cual los habitantes (fijos u ocasionales), estaban en esa posición.
Todavía no sé por qué extraña fuerza yo también quedé con los pies apoyados en
el aire. Me sentí inestable física y mentalmente. Estábamos uno frente al otro,
cuando comencé a escuchar una suave música que me hacía recordar a “Pompas y
circunstancias”.
− ¿S , q e l tr p r c
?− me dijo.
− Señor Juezángel, le aclaro antes de comenzar, que le voy a hablar en el
idioma de los terrestres, ya que no quiero olvidarme de sus hermosos vocablos.
− Bien, le contestaré en ese idioma. Lo aprendí en una misión que tuve
que realizar en un hospital de humanos. Sí, que lo trae por acá, es lo que le
pregunté.
− Gracias, su señoría. He conversado con Venus y quiere regresar a sus terruños.− le dije muy satisfecho.
− ¿Quién es Venus?− me preguntó.
− Mi esposa− le dije orgulloso.
− Los ángeles no tenemos esposa− replicó sin mirarme.
− Pero, tal vez usted no recuerde. En su oportunidad, yo aterricé con su
consentimiento. Allí la conocí y tenemos un hijo al que llamamos Adán.
− Recuerdo, usted es el ángel rebelde que quería procrear. ¿Cuál es el
trámite que desea realizar ahora?
− S ñ r juez, sé que hay un apartado especial en las eternas leyes del
cielo, dedicado a los ángeles que desean ir a vivir a la tierra.
− Es una excepción y como tal debemos tratarla.
− Me preocupa su respuesta, S ñ r juez.
− Estoy seguro que tiene la información de que al segundo descenso al
planeta terráqueo, el ángel pasa a ser sexuado, como un humano común y no puede
volver al cielo. Es casi una condena.
− Lo sé y estoy dispuesto a correr ese riesgo porque la amo
profundamente.
El magistrado ordenó un cuarto
intermedio. Tenía que discutir el caso con los integrantes de la corte que
estaban ausentes. A mí me citó para “después” ya que el tiempo no existe en el
mundo angelical. Mientras, yo esperaba en ese ambiente tan despojado y
diferente al que ya me había acostumbrado en el barrio de Belgrano. Me sentía presionado
cuando pensaba en el cuestionamiento que me había hecho Venus. Su pregunta se
repetía sin cesar en mi mente: “¿Qué
ocurriría si el tribunal fallaba en contra y yo me tendría que quedar en el
cielo?”
Era como el picotear de un pájaro
carpintero en el tronco del árbol.
De reojo veía pasar a Venus y a Adán.
Ella lo sostenía con ambas manos y él permanecía afirmado al pecho de su madre
que parecía tener miedo a que la despojaran de su crío.
Y el “después” llegó con una
pregunta inesperada:
− ¿Consultó con su esposa si ella no desearía convertirse en un ángel?
− No, no lo hice.
− ¿Por qué no lo intenta y seguimos?
Esa no era la respuesta que yo
anhelaba, pero sabía que hay reglas que respetar. Me retiré y fui a esperar el
paso de Venus con el niño. Ni bien los vi me acoplé a ellos. Los tres juntos me
hacían fuerte.
− ¿Qué te dijo? Me preguntó Venus.
− Me pidió que te consulte si no querés ser un ángel.
− Lo aceptaría, pero aquí no hay periódicos y no quisiera abandonar mi
profesión.
− De acuerdo, se lo voy a transmitir al juez− le contesté
sin agregar argumentos.
Antes de regresar observé a mi hijo
y vi como había crecido. Sin el tiempo como condicionante, él se desarrollaba a
una velocidad diferente. Los dejé que siguieran con su rutina.
Grande fue mi sorpresa al regresar
al tribunal. Me impactó ver al juez, dos ángeles y una figura más. Yo no lo
podía creer. ¿Estaría alucinando? (Me vinieron a la mente las figuras de
Francis Bacon). Era la tía de Venus, la invisible, esta vez sin el gorrito
verde. La saludé con un gesto, pero no me contestó. Me extrañó que no
respondiera a mi saludo. Luego recordé que existe una teoría que dice que lo
que está abajo, también está arriba. Entonces entendí que ella sería una doble
de la tía y no tenía por qué conocerme.
El juez me dijo que había conversado
con los otros miembros del Tribunal Celestial y que acataría la decisión de
ellos. El no votaba. Nuevamente pasaron a deliberar. Lo hicieron sin moverse
del lugar, simplemente desaparecieron. Cuando los pude ver estaban los cuatro
alineados, mirándome. Eso sí, todos de pié.
− La votación se hará con su presencia, Ángel− me dijo
el juez.
− Que D s me
ayude− le dije, invocando al supremo.
El juezángel se dirigió a los tres integrantes del
tribunal y les dio instrucciones precisas: si la respuesta era afirmativa, es
decir que yo me pudiera ir, ellos debían bajar la cabeza. En caso contrario
debían mantenerse con la testa erguida. Al primer miembro se le cayó el maxilar
inferior arrastrando su calota en voto afirmativo. El segundo quedó petrificado
(parecía un “moái”. Voto negativo absoluto. Yo estaba parado, pero en punta de
pies y temblando. La “tía” me guiñó un ojo y agachó la cabeza. Tomé conciencia
del fallo. Apoyé toda la planta de mis pies…en el aire. La rigidez de todo mi
cuerpo no me permitía agradecer. Ellos se dieron cuenta de lo que me estaba
ocurriendo.
− Vaya Ángel, vaya, que
Venus tiene los ojos inundados de amor hacia usted y su hijo.
Saúl Buk 06-06-2018
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