lunes, 18 de junio de 2018


Saúl Buk
“Un comienzo”
Capitulo 15
¡Vaya!, ¡Vaya!, repetía yo mientras me retiraba del tribunal. Yo iba y sabía adónde. De pronto me acostaron. Quedé nuevamente en posición horizontal. Esperaba a Venus y a Adán como quien espera nacer nuevamente. Mi espera era mi propio parto. Los vi venir y estaba tan emocionado que no hilvanaba un pensamiento. No encontraba las palabras justas con las que los iba a recibir.
Hola, deténganse que volvemos a la tierra fue todo lo que se me ocurrió decir.
Venus sonrió. Lo miró a Adán satisfecha. Lo besó en la frente y repitió:
Volvemos Adán.
¿  d nd m m ?
A la tierra Adán.
Adán no entendía que es lo que estaba ocurriendo. Desconocía el término tierra.
Ya te lo explicaremos, hijo. ¿Cómo seguimos, Ángel?
Tengo algunas dudas. Desconozco el camino de regreso. Voy a consultar con ángeles amigos.
Me dijeron que lo único que tenía que hacer es decir en voz alta, cuál era mi necesidad en ese momento. Lo hice y entonces descubrí que cuando alguien necesita ayuda en el cielo, resuenan parlantes que son oídos por todos y concurren los más indicados a colaborar.
Dos ángeles se acercaron.
Diríjanse a Cabildo y Juramento del cielo. ¿Les suena?
¿Cómo voy a reconocer el lugar?− le pregunté al más cercano.
− El viento te conducirá hasta el tornado que está ubicado en esa esquina.
Le transmití esa información a mi familia. ¡Qué orgullo sentí cuando pensé en “familia”! Soplaba el aire cada vez más fuerte, hasta que vimos un cilindro vertical rotando a toda velocidad. Nos acercamos. Tres ángeles se ocuparon de nosotros y lo hacían de a uno por persona. Cumplían, según luego me dijeron, con órdenes que habían recibido. Fue muy fácil nuestra introducción en el tornado. Por el tacto percibimos que en el interior de la misma habían colocado tres sillas. Íbamos a ser conducidos en un túnel del tiempo, pero a la inversa del habitual. Ellos mismos nos sujetaron con correas.
− ¿Están listos?− preguntaron.
No tuvimos reacción, ni respuesta. Estábamos sorprendidos. Comenzamos un lento descenso que luego se fue acelerando. Notamos que a medida que avanzábamos, nos íbamos cubriendo sin quererlo, con ropas adecuadas a una ciudad. No se veía a nadie. Tampoco conversábamos. Poco tiempo transcurrió hasta que desapareció el tornado. Nos encontramos parados sobre el asfalto, justo en el centro de Cabildo y Juramento. Rodeados de autos y colectivos. La gente pasaba a nuestro lado sin dirigirnos la mirada. No los sorprendíamos. Venus me abrazó sin soltar a Adán. Estrechó todo su cuerpo contra el mío, apretándolo con todas sus fuerzas. Tuve una extraña sensación que nunca había percibido.
− Ahora sos un hombre− me dijo, esbozando una pícara sonrisa y mirando el centro de mi figura.
Seguí su mirada y noté que había conseguido lo que tanto deseaba. Ahora nuestras noches de amor serían completas. Envolví con mis brazos a Venus y a Adán.
− Pisemos el umbral del café del primer piso, nuestro café, dijo Venus.
 Adán no salía de su asombro. Sus ojos se expresaban como los de Venus cuando algo la sorprendía. Caminamos entre la gente hasta llegar a la puerta del café. Por supuesto que la tía invisible nos estaba esperando. (¿Alguien le habrá pasado el dato de nuestro arribo?).
− ¿Qué tal, regresaron bien?
− Sí, gracias, le respondí.
− Lo hicieron todo muy rápido, me dijo.
− No sé cuánto tiempo transcurrió.
− ¿Con quién hablas, Ángel?− me preguntó Venus.
− No, con nadie, estaba pensando en voz alta.
Caminamos los tres hasta nuestro edificio. Le tocamos el timbre a doña Rosa para pedirle las llaves de nuestro departamento. Por suerte estaba en su casa. Apareció con sus infaltables ruleros y su delantal de cocina, esta vez manchado de harina, de aceite y vaya a saber uno de qué otras cosas. Un abstracto perfecto.
− Se fueron por muy poco tiempo− nos dijo.
− No tenemos idea− dijo Venus.
− Ya empezamos con las gracias. Si uno se va sabe perfectamente cuánto tiempo estuvo afuera. ¿Quién es el niño?
− Nuestro hijo Adán. Se acuerda doña Rosa que yo estaba embarazada.
− Sí, me acuerdo señora, pero no me tome por tonta. Este chico tiene la altura de una personita de seis años y ustedes se fueron hace cuatro días.
− Bueno, allí las cosas son así− le dije.
− ¿Allí, donde Ángel?
− En el cielo.
− ¿Me quiere convencer que fueron al cielo y volvieron?
− Así es− le dije.
−Dejemos los chistes para después, soy una mujer grande. Pasen.
− Gracias− dijo Venus.
− ¡Ah, Ángel!, un vecino me preguntó cuál era su apellido, porque sinceramente, los veía raros y si habría que hacer alguna denuncia policial, sería necesario.
− Ahora me llamo Ángel Homo Sapiens.
− ¿Dos apellidos? No sabía que era de alcurnia.
Ingresamos a nuestro departamento. Estaba como lo habíamos dejado, aunque se notaba que alguna mano lo mantuvo limpio y ordenado.
Lo sentamos a Adán frente al televisor para que mejore su español y la invité a la tía de Venus a que se retire. Más adelante seguiríamos conversando.
Mientras Venus se comunicaba con la redacción del diario, yo trataba de conseguir un instituto donde estudiar periodismo.
Teníamos muchos planes…
                                                     Saúl Buk   18-06-2018


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