Saúl Buk
Capítulo 13.
“Un comienzo”
Desde
el mismo momento en que comenzamos a ascender, desapareció de nuestras vidas la
noción del tiempo. Por lo que no podría decir cuánto tardamos en llegar al
supra mundo, donde todos eran ángeles. Nuestras mentes se comportaban como el
blanco sobre blanco. Todo comenzó a transcurrir y nosotros quedamos incorporados
en esta aventura. Antes de arribar fuimos despojados de nuestros asientos y en
forma automática quedamos en posición horizontal, como peces pero en el aire.
Suspendidos en el espacio, rodeados de nada, como los demás. Tampoco advertí en
qué momento nos despojaron de nuestras ropas. Ocurrió y eso es todo. Ningún
ángel tenía vestimenta. Miré con atención, pero el único abdomen que se
abultaba cada vez más era el de Venus.
Ella
volaba en silencio, hasta que su curiosidad periodística le hizo emitir sonidos
que se transformaron en preguntas.
−
¿Y ahora?− me preguntó con una voz débil y dulce.
− N s , sp r m s.
− Todavía no, Ángel, todavía no entiendo.
− Quise decir: “no sé esperemos”.
− Estamos circulando en redondo.
− Sí, aquí todos dan vueltas permanentemente.
− ¿Para llegar adonde, Ángel? ¿Será como una
calesita que gira y no llega a ningún lado?
− Cada uno tiene asignada una f nc n.
− ¿Una qué?
− Una función, Venus.
− ¿Quién las ordena o las otorga? Desconozco
como está organizado.
− Los ángeles s p r r s. Ellos nos van a reconocer y nos dirán
cuál es nuestra misión.
− Pero yo no soy un ángel− me dijo Venus.
− El que llega a esta altura se va
perfeccionando hasta serlo. Todos tenemos alguna tarea específica, como podría
ser la de curar o proteger a los seres humanos. Cada uno de nosotros tiene
asignado un terráqueo por lo menos y a la vez ellos nos invocan.
− Todo lo que me decís lo voy a retener en la
memoria, ya que aquí no puedo escribir. Será otra noticia bomba para publicar.
Me parece que para cuando regresemos voy a tener material para volcar en un
libro.
− ¿Deseas volver a la tierra?− le pregunté
asombrado.
− Por supuesto, yo no me pierdo la publicación
de esto que nos está ocurriendo.
Sinceramente
no creí que Venus desearía volver
a la tierra. Después de que diera a luz lo
conversaríamos. Me arrepentí. No esperaría.
− En ese caso voy a concertar una audiencia
con el Tribunal Celestial.
− ¿Para?− me preguntó Venus asustada por la
palabra “tribunal”.
− Te voy a explicar. Existe una posibilidad de
que un Ángel regrese por segunda vez a la tierra. En ese caso se le concede la
gracia de incorporar a su cuerpo los órganos genitales internos y externos con la condición de que nunca más
podrá ingresar al cielo. Será un terráqueo definitivamente.
Suspendidos en el aire, livianos como un pensamiento,
recorríamos el cielo tomados de la mano. Dos plumas blancas unidas para
siempre. Algunos ángeles miraban la
figura de Venus con cierta perplejidad. Hablaban entre ellos. Se sonreían.
Venus dirigía sus hermosos ojos a cada ser que se le cruzaba en el espacio. En
realidad, no entendía nada de lo que estaba ocurriendo. Girábamos, por ahora
esa era nuestra tarea. Ellos sabían que debíamos estar libres de preocupaciones.
El vientre de Venus aumentaba de tamaño en forma acelerada.
−Siento que voy a explotar, Ángel.
− Estas por parir, Venus.
− ¿Cómo será eso? Estoy asustada, sin ayuda
será difícil.
− Recordá que mis ángeles amigos me habían
anticipado que no habrá dolor y no será por vía vaginal.
− ¿Entonces?
− Sorpresa feliz, Venus, muy feliz.
Ella logró sonreírse como un niño el día de
Reyes.
Tres ángeles protectores se me acercaron para
anunciarme que el parto era inminente. Sus instrucciones me tranquilizaron.
− Venus, estirá tus brazos, con las palmas
hacia arriba, como para recibir algo.
Ella, sorprendida hizo lo que le había
indicado. De pronto y por encanto divino apareció en sus brazos un bebé de sexo
masculino. Venus lo atrajo hacia ella y lo apretó muy suave contra sus pechos. Me
acerqué a ella; los abracé a ambos. La besaba mientras mis lágrimas y las de
ella se fundían entre sí bañando la cabecita de nuestro bebé. Luego, esos
diamantes, rodaron sobre sus mejillas iluminando su carita. El niño no lloraba;
me pareció que sonreía.
− ¿Cómo lo llamaremos, Ángel?
− ¿Qué te parece si por ser el primero que
nace en estas condiciones lo llamamos Adán?
− Excelente idea, será nuestro Adán.
Tal vez él sea el origen a un mundo nuevo.
Saúl Buk 02-06-2018
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