domingo, 3 de junio de 2018


Saúl Buk
Capítulo 13.
“Un comienzo”
Desde el mismo momento en que comenzamos a ascender, desapareció de nuestras vidas la noción del tiempo. Por lo que no podría decir cuánto tardamos en llegar al supra mundo, donde todos eran ángeles. Nuestras mentes se comportaban como el blanco sobre blanco. Todo comenzó a transcurrir y nosotros quedamos incorporados en esta aventura. Antes de arribar fuimos despojados de nuestros asientos y en forma automática quedamos en posición horizontal, como peces pero en el aire. Suspendidos en el espacio, rodeados de nada, como los demás. Tampoco advertí en qué momento nos despojaron de nuestras ropas. Ocurrió y eso es todo. Ningún ángel tenía vestimenta. Miré con atención, pero el único abdomen que se abultaba cada vez más era el de Venus.
Ella volaba en silencio, hasta que su curiosidad periodística le hizo emitir sonidos que se transformaron en preguntas.
¿Y ahora? me preguntó con una voz débil y dulce.
N  s ,  sp r m s.
− Todavía no, Ángel, todavía no entiendo.
− Quise decir: “no sé esperemos”.
− Estamos circulando en redondo.
− Sí, aquí todos dan vueltas permanentemente.
− ¿Para llegar adonde, Ángel? ¿Será como una calesita que gira y no llega a ningún lado?
− Cada uno tiene asignada una f nc  n.
− ¿Una qué?
− Una función, Venus.
− ¿Quién las ordena o las otorga? Desconozco como está organizado.
− Los ángeles s p r  r s. Ellos nos van a reconocer y nos dirán cuál es nuestra misión.
− Pero yo no soy un ángel− me dijo Venus.
− El que llega a esta altura se va perfeccionando hasta serlo. Todos tenemos alguna tarea específica, como podría ser la de curar o proteger a los seres humanos. Cada uno de nosotros tiene asignado un terráqueo por lo menos y a la vez ellos nos invocan.
− Todo lo que me decís lo voy a retener en la memoria, ya que aquí no puedo escribir. Será otra noticia bomba para publicar. Me parece que para cuando regresemos voy a tener material para volcar en un libro.
− ¿Deseas volver a la tierra?− le pregunté asombrado.
− Por supuesto, yo no me pierdo la publicación de esto que nos está ocurriendo.
Sinceramente  no creí que Venus  desearía volver a la tierra. Después de que diera a luz  lo conversaríamos. Me arrepentí. No esperaría.
− En ese caso voy a concertar una audiencia con el Tribunal Celestial.
− ¿Para?− me preguntó Venus asustada por la palabra “tribunal”.
− Te voy a explicar. Existe una posibilidad de que un Ángel regrese por segunda vez a la tierra. En ese caso se le concede la gracia de incorporar a su cuerpo los órganos genitales internos y  externos con la condición de que nunca más podrá ingresar al cielo. Será un terráqueo definitivamente.
Suspendidos en el aire, livianos como un pensamiento, recorríamos el cielo tomados de la mano. Dos plumas blancas unidas para siempre. Algunos ángeles  miraban la figura de Venus con cierta perplejidad. Hablaban entre ellos. Se sonreían. Venus dirigía sus hermosos ojos a cada ser que se le cruzaba en el espacio. En realidad, no entendía nada de lo que estaba ocurriendo. Girábamos, por ahora esa era nuestra tarea. Ellos sabían que debíamos estar libres de preocupaciones. El vientre de Venus aumentaba de tamaño en forma acelerada.
−Siento que voy a explotar, Ángel.
− Estas por parir, Venus.
− ¿Cómo será eso? Estoy asustada, sin ayuda será difícil.
− Recordá que mis ángeles amigos me habían anticipado que no habrá dolor y no será por vía vaginal.
− ¿Entonces?
− Sorpresa feliz, Venus, muy feliz.
Ella logró sonreírse como un niño el día de Reyes.
Tres ángeles protectores se me acercaron para anunciarme que el parto era inminente. Sus instrucciones me tranquilizaron.
− Venus, estirá tus brazos, con las palmas hacia arriba, como para recibir algo.
Ella, sorprendida hizo lo que le había indicado. De pronto y por encanto divino apareció en sus brazos un bebé de sexo masculino. Venus lo atrajo hacia ella y lo apretó muy suave contra sus pechos. Me acerqué a ella; los abracé a ambos. La besaba mientras mis lágrimas y las de ella se fundían entre sí bañando la cabecita de nuestro bebé. Luego, esos diamantes, rodaron sobre sus mejillas iluminando su carita. El niño no lloraba; me pareció que sonreía.
− ¿Cómo lo llamaremos, Ángel?
− ¿Qué te parece si por ser el primero que nace en estas condiciones lo llamamos Adán?
− Excelente idea, será nuestro Adán. Tal vez él sea el origen a un mundo nuevo.
                       Saúl Buk 02-06-2018


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