domingo, 22 de mayo de 2016

                                         LA SONRISA OCULTA

Descripción breve del monumento a Juan Moreno, el clavadista.
Es una figura en fundición de bronce, apoyada sobre su cabeza, estando todo el cuerpo en posición fetal. En el cráneo se ven hendiduras en las regiones frontal y occipital, que sugieren fracturas.
Llama la atención la ausencia de brazos.

Se zambulló, haciendo piruetas, sin pensar. Estando en el aire, en esa fracción de segundo, un fuerte viento inesperado lo empujó de costado.
Juan se arqueó como si fuera una letra C.
Juan Moreno, hacía honor a su nombre y apellido. Al primero porque el era mestizo y su nombre estaba compuesto por dos vocales y dos consonantes. Una mezcla equilibrada.
Moreno era.

Esa noche, los faroles alumbraron la tristeza por venir.
El clavadista, en esos tres segundos (que es el tiempo que se tarda en recorrer el trayecto hasta tocar el agua), vio algo parecido a una pantalla cinematográfica que lo invitaba a observarla.
Corría a toda velocidad delante de él, ligera como su caída.
En la misma comenzó por reflejarse lo último que le había sucedido.
Se observó parado en el santuario del clavadista y disfrutaba con la gente delirando de entusiasmo. Ese era un lugar muy  especial y anhelado. Se ascendía en la roca como en la vida, de a poco.
Luego, la despedida de Mónica, su novia. Ella le regaló un beso y le deseó suerte, como siempre.
A continuación creyó ver el momento en el que dejó la casa de sus padres, para ir a vivir en pareja.
Muchas imágenes de sus peleas con sus hermanos, siendo aún adolescente.
El día tormentoso en el que decidió no ir mas a la escuela (era en tercer grado), para integrarse a un grupo de clavadistas que entrenaban a diario.
Pasaron por su vista todos los santuarios; cada vez más altos, hasta llegar al podio mayor.
Seguía cayendo, había perdido el control de si mismo. La fuerte curvatura de su cuerpo, lo desestabilizaba. Agitaba los brazos, como un pájaro mueve sus alas, pero mas rápido.
También vio fotografías de su niñez. El momento en que empezó a caminar ayudado por su madre.
Vio un blanco en esa película. Supuso que era su padre, siempre ausente. Era un borracho empedernido.
La mente recorría el camino regresivo de su vida, hasta que abrió los ojos.
Estaba en el útero materno .Le pareció un paisaje muy parecido al que se encontraba en ese instante.
Juan sabía que un lado de la quebrada de Acapulco era un acantilado de treinta y cinco metros de altura, que es de donde se arrojó, el otro lo constituía la pasarela con el público. Entre ambos fluía el agua del mar.
Se había desplazado aproximadamente cinco metros (efecto del viento), del objetivo  a contactar en la superficie líquida.
Rarísimo, porque había tenido en cuenta los tres factores fundamentales  previos, que son: movimiento de las olas, viento y marea.
Se produjo un remolino en el agua.La gigantesca roca que normalmente no se veía, quedó descubierta.
Su cabeza chocó fuertemente contra la piedra y el cráneo se partió.
La calota se asemejaba a dos labios humanos enfrentados y entreabiertos. Ambos hemisferios cerebrales, se ofrecían a la vista como si fueran dientes.
El líquido amniótico, lavó la sangre de ese gesto.
Parecía una visión, alegremente trágica.

El escultor modeló los huesos de la cabeza y su contenido como si fueran en su conjunto una sonrisa. Irónicamente la escondió en la roca que servía de pedestal.
Habiendo consultado con testigos del accidente, decidió efectuar la escultura sin brazos, ya que el clavadista en su desesperación, no sabía qué hacer con los mismos.Sólo los movía como un ave, a tal velocidad que el público no los veía.

“Juan Moreno, el ave humana”, reza en la plaqueta.

                                     Saúl Buk

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