martes, 8 de mayo de 2018


Saúl Buk
Capítulo 10.
“Un comienzo”
De estar en el borde de la cama, a decir que nuestra noche de bodas no iba a ser un éxito, había sólo un paso y lo dimos. Yo era un ignorante, no tenía ninguna experiencia en mantener relaciones sexuales, no porque no hubiera querido sino, simplemente, por mi condición de ángel. Hubo mucho abrazo y mucho beso. Ella insistía, avanzaba en la maraña de sus erradas ilusiones. Buscaba en la lisura. Su cuerpo ardía mientras mi imaginación volaba. Tengo la impresión de que a pesar de tanta buena voluntad, nada fue suficiente. Faltó algo en la interconexión.
No estoy seguro, pero no creo que Venus haya quedado satisfecha. Yo tenía conocimiento de que había leyes en el tribunal celestial para corregir esta situación, pero me iba a llevar un tiempo concretarlo. Sería en un futuro y ojalá fuera lo antes posible.
Nos despertamos para desayunar. Casi no hablamos. Venus, ahora recargada, se fue a la redacción del diario, tal como lo habíamos convenido. Llevaba una carpeta en la mochila con algunos símbolos entintados, llamados letras, que desconozco cuando los había insertado. En el momento que la estaba despidiendo en la puerta del departamento, apareció doña Rosa. Dijo, que por casualidad estaba pasando por ese lugar. Venus se fue apurada.
Ángel, era pícaro usted, le desconocía esa cualidad.
¿Por qué me lo dice doña?
¿Quién es esa belleza que durmió con usted anoche? me preguntó casi recriminándome.
Es mi esposa.
− ¿Así que era casado?
− No era, me casé ayer.
− Claro y… ¿Dónde fue el casamiento?− preguntó con el índice de su mano derecha apoyado en el medio de sus labios.
− En Juramento y Cabildo− le respondí de inmediato para evitar más preguntas.
− Ahí no hay ningún salón− respondió subiendo el tono de su voz.
− No. La ceremonia fue en la calle− contesté fastidiado.
− También me va a hacer creer que los colectiveros eran los invitados y brindaron con gasoil.
La pobre mujer apretaba su cabeza con las dos manos y la sacudía en todas direcciones (una bruja no lo hubiera hecho mejor), mientras murmuraba: “pobre vecino ¿Estará bien?
− Dígame, Ángel ¿quiere que llame a algún médico?
− ¿Por?− le pregunté, tímidamente.
− No, digo nomás− me dijo− mientras me miraba de reojo con un alto grado de desconfianza.
− Dejémoslo ahí− le dije para terminar.
− Otra cosa Ángel, ¿Cómo apareció el otro día sin que yo me diera cuenta y me dio unos golpecitos de atrás para hacerse evidente? Usted me dijo que era un truco, ¿recuerda?
− Es casi un truco para estas tierras.
− ¿Usted anda bien Don Ángel? ¿Qué es eso de “estas tierras”?
− Si señora. Le voy a confesar que me llamo Ángel y soy un ángel.
− No, no. Se excedió amigo, mejor me voy corriendo.
Se aferró a su bolsa del mercado y aceleró tanto su marcha que casi atraviesa el vidrio de la puerta del edificio. Por suerte no ocurrió nada grave. Huyó. Me quedé pensando en el impacto que le produje a esta pobre mujer y en el hematoma que iba a tener en la frente. Ingresé al departamento y decidí esperar a Venus haciendo nada. Me quedé jugando a cambiar las dimensiones espaciales de lugar y con los hologramas del amueblamiento. El departamento se llenaba y se vaciaba en segundos. Tenía mi acelerador a fondo. Era divertido.
Después del mediodía escuché ruidos en la puerta. Eran nudillos de diferentes personas golpeando con fuerza. Me apresuré. Le ordené a mi mente que todo mí alrededor estuviera en dimensión terráquea y abrí. Era Venus que estaba acompañada de un lado por doña Rosa y por el otro de su tía, la del sombrero verde, que por supuesto se mantenía invisible para ellas.
− Hola− les dije a las tres, pasen.
− Gracias Ángel, le comenté a su señora de su estado de salud− dijo doña Rosa.
Si mi vecina hubiese visto las muecas que hacía la tía de Venus y los cuernitos que dibujaba con sus manos, con seguridad se hubiera espantado. Doña Rosa se retiró algo asustada.
− Bueno, pasen− les dije.
− ¿Cómo pasen, estoy sóla?− me dijo Venus.
− Claro, amor, claro.
La tía me guiñó un ojo y pasó entre Venus y el marco de la puerta. Se acomodó en el sillón rojo.
− ¿Cómo te fue en el diario? Le pregunté.
− Excelente, el director no me creyó nada, mis compañeros tampoco, pero al artículo sale el domingo. Va a ser el notición del siglo. ¡URGENTE! ¡URGENTE! Estoy feliz. Cuanto menos crean más va a impactar.
−Buenísimo. ¿Te dieron licencia?
− Cuando terminé de leer el texto a publicar querían que vea a un siquiatra. Lo único que veían “urgente” era esa consulta. Luego con algunas explicaciones adicionales se calmaron. Sí Ángel, está todo arreglado.
− Entonces el lunes nos vamos − le dije−. Esta noche me voy a comunicar con ángeles amigos y ellos nos van a enviar un transporte especial y me van a dar las instrucciones del vuelo. Le hice una seña a la tía entrometida para que se vaya.
−Quisiera que en algún momento conversáramos sobre nuestra primera noche y si es como yo pienso creo que tengo una gran solución para nosotros.
− De acuerdo. Le prometí a mi amiga, la que tiene el bebé, que iba a ir un rato a la casa. Cuando regrese charlamos. ¿Cómo lo ves?
                      Saúl Buk  03-05-2018



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