Saúl Buk
Capítulo 10.
“Un comienzo”
De
estar en el borde de la cama, a decir que nuestra noche de bodas no iba a ser
un éxito, había sólo un paso y lo dimos. Yo era un ignorante, no tenía ninguna experiencia
en mantener relaciones sexuales, no porque no hubiera querido sino,
simplemente, por mi condición de ángel. Hubo mucho abrazo y mucho beso. Ella insistía,
avanzaba en la maraña de sus erradas ilusiones. Buscaba en la lisura. Su cuerpo
ardía mientras mi imaginación volaba. Tengo la impresión de que a pesar de tanta
buena voluntad, nada fue suficiente. Faltó algo en la interconexión.
No
estoy seguro, pero no creo que Venus haya quedado satisfecha. Yo tenía
conocimiento de que había leyes en el tribunal celestial para corregir esta
situación, pero me iba a llevar un tiempo concretarlo. Sería en un futuro y
ojalá fuera lo antes posible.
Nos
despertamos para desayunar. Casi no hablamos. Venus, ahora recargada, se fue a
la redacción del diario, tal como lo habíamos convenido. Llevaba una carpeta en
la mochila con algunos símbolos entintados, llamados letras, que desconozco
cuando los había insertado. En el momento que la estaba despidiendo en la
puerta del departamento, apareció doña Rosa. Dijo, que por casualidad estaba
pasando por ese lugar. Venus se fue apurada.
−
Ángel, era pícaro usted, le desconocía esa cualidad.
− ¿Por
qué me lo dice doña?
−
¿Quién es esa belleza que durmió con usted anoche?−
me preguntó casi recriminándome.
−
Es mi esposa.
− ¿Así que era casado?
− No era, me casé
ayer.
− Claro y… ¿Dónde fue
el casamiento?− preguntó con el índice de su mano derecha apoyado en el medio
de sus labios.
− En Juramento y
Cabildo− le respondí de inmediato para evitar más preguntas.
− Ahí no hay ningún salón−
respondió subiendo el tono de su voz.
− No. La ceremonia fue
en la calle− contesté fastidiado.
− También me va a
hacer creer que los colectiveros eran los invitados y brindaron con gasoil.
La pobre mujer apretaba
su cabeza con las dos manos y la sacudía en todas direcciones (una bruja no lo
hubiera hecho mejor), mientras murmuraba: “pobre vecino ¿Estará bien?
− Dígame, Ángel
¿quiere que llame a algún médico?
− ¿Por?− le pregunté,
tímidamente.
− No, digo nomás− me
dijo− mientras me miraba de reojo con un alto grado de desconfianza.
− Dejémoslo ahí− le
dije para terminar.
− Otra cosa Ángel,
¿Cómo apareció el otro día sin que yo me diera cuenta y me dio unos golpecitos
de atrás para hacerse evidente? Usted me dijo que era un truco, ¿recuerda?
− Es casi un truco
para estas tierras.
− ¿Usted anda bien Don
Ángel? ¿Qué es eso de “estas tierras”?
− Si señora. Le voy a
confesar que me llamo Ángel y soy un ángel.
− No, no. Se excedió
amigo, mejor me voy corriendo.
Se aferró a su bolsa
del mercado y aceleró tanto su marcha que casi atraviesa el vidrio de la puerta
del edificio. Por suerte no ocurrió nada grave. Huyó. Me quedé pensando en el
impacto que le produje a esta pobre mujer y en el hematoma que iba a tener en
la frente. Ingresé al departamento y decidí esperar a Venus haciendo nada. Me quedé
jugando a cambiar las dimensiones espaciales de lugar y con los hologramas del amueblamiento.
El departamento se llenaba y se vaciaba en segundos. Tenía mi acelerador a
fondo. Era divertido.
Después del mediodía escuché
ruidos en la puerta. Eran nudillos de diferentes personas golpeando con fuerza.
Me apresuré. Le ordené a mi mente que todo mí alrededor estuviera en dimensión
terráquea y abrí. Era Venus que estaba acompañada de un lado por doña Rosa y
por el otro de su tía, la del sombrero verde, que por supuesto se mantenía
invisible para ellas.
− Hola− les dije a las
tres, pasen.
− Gracias Ángel, le
comenté a su señora de su estado de salud− dijo doña Rosa.
Si mi vecina hubiese
visto las muecas que hacía la tía de Venus y los cuernitos que dibujaba con sus
manos, con seguridad se hubiera espantado. Doña Rosa se retiró algo asustada.
− Bueno, pasen− les
dije.
− ¿Cómo pasen, estoy
sóla?− me dijo Venus.
− Claro, amor, claro.
La tía me guiñó un ojo
y pasó entre Venus y el marco de la puerta. Se acomodó en el sillón rojo.
− ¿Cómo te fue en el
diario? Le pregunté.
− Excelente, el
director no me creyó nada, mis compañeros tampoco, pero al artículo sale el
domingo. Va a ser el notición del siglo. ¡URGENTE! ¡URGENTE! Estoy feliz.
Cuanto menos crean más va a impactar.
−Buenísimo. ¿Te dieron
licencia?
− Cuando terminé de
leer el texto a publicar querían que vea a un siquiatra. Lo único que veían “urgente”
era esa consulta. Luego con algunas explicaciones adicionales se calmaron. Sí
Ángel, está todo arreglado.
− Entonces el lunes
nos vamos − le dije−. Esta noche me voy a comunicar con ángeles amigos y ellos
nos van a enviar un transporte especial y me van a dar las instrucciones del
vuelo. Le hice una seña a la tía entrometida para que se vaya.
−Quisiera que en algún
momento conversáramos sobre nuestra primera noche y si es como yo pienso creo
que tengo una gran solución para nosotros.
− De acuerdo. Le prometí a mi amiga, la que tiene el bebé, que iba a ir un
rato a la casa. Cuando regrese charlamos. ¿Cómo lo ves?
Saúl
Buk 03-05-2018
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