lunes, 12 de marzo de 2018


                                      Un comienzo
Estaba con el cuaderno abierto que me pedía letras y mi bolígrafo haragán en la mano. Mientras el café se enfriaba. Haciéndome el distraído en el medio del salón, mi cabeza giraba sobre sí misma, tal como lo hace la del muñeco de un ventrílocuo.
Ella llegó con un bebé amarrado a su cochecito y ocupó la única mesa que quedaba vacía.
Toda mi testa decidió frenar sus movimientos rotatorios. Las dos lupas que tengo en mis ojos se enfocaron sobre ella, mi presa literaria. Cuando comenzó a tomar su café y a morder la medialuna, puse en primera mis piernas, me ubiqué a su lado y le pregunté:
¿Vivís sola?
No me dijo, seca como una hoja de otoño.
Estoy escribiendodecime algo más le pedí casi implorando. No tengo tema y quiero escribir algo. Los renglones vacíos me aterran.
Me miró desde la torre de su refugio. Me revisó de pies a cabeza y me respondió:
Me separé hace un mes.
¿Con motivos? (me di cuenta por su gesto que la pregunta era totalmente estúpida).
Sí. El tipo no existía, me dijo algo indignada por mi atrevimiento.
¿Entonces por qué te casaste con el  supuesto “invisible”?
Por amor al verde.
¿Tenía campos?
-No, tenía dólares.
¿Y ahora?
Ahora, gracias a mis abogados tengo billetes, muchos billetes y busco un amor de verdad.
Ella seguía moviendo, con su pie derecho, el cochecito del bebé. Inclinaba su calota de derecha a izquierda y viceversa. No sé si estaba nerviosa y eso la relajaba o pasaba sus ideas de un hemisferio cerebral al otro.
De pronto finas lágrimas, como perlas transparentes, partieron de sus ojos celestes. Parecía que no veía, porque me buscó con su mano y luego apoyó su cabeza sobre mi hombro. Comencé a sentirme incómodo.
 Una señora de sombrero verde nos miraba. Le hice un gesto como que no tenía muy claro que es lo que estaba sucediendo.
¿Qué pensás?, le pregunté.
Que tal vez seas el amor de mi vida.
Pero, si no nos conocemos.
Podríamos hacerlo, me dijo.
¿Cómo? Le pregunté ingenuamente.
Sacó un pañuelito no sé de dónde y lo pasó suavemente por sus ojos.
Vos escribís algo sobre mí, yo lo leo y te digo si me gusta. Seré sincera cuando lo haga y si no me agrada, podemos corregir juntos.
Nunca se me hubiese ocurrido, le dije.
En ese momento el bebé comenzó a llorar.
Se levantó como si no hubiésemos conversado. Un resorte humano.
Me llamo Venus y vengo todos los viernes, me dijo con una sonrisa.
                                    Saúl Buk   09-03-2018

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