Saúl
Buk
Capítulo
4
Un comienzo
Cuando
regresé a mi alcoba, sentí que todas mis células bailaban de alegría, menos las
de mi cerebro. Ellas estaban muy preocupadas. Sabían que me había metido en un
brete terrible. Dos mundos invadían mi ser y Venus era un planeta que no me
rechazó. Semáforo verde. Debía avanzar y atropellar, si fuera necesario, para
concretar mi destino amoroso. Pero no tenía resuelto como decirle lo más cruel.
¿Tal vez ella lo sabía? No lo creo. ¿Alguien le habrá dicho alguna vez que los
ángeles no tenemos órganos genitales? Ante esta situación tan difícil para mí,
consideré que soportar el peso de la verdad
y enfrentarlo era mi deber.
Cuando
recién aterricé, en el mejor sentido de la palabra, pensé que el medio ambiente
externo haría modificar mi genoma y se me desarrollaría algún apéndice exterior
ubicado en el lugar que corresponde y también modificaría mi morfología interna
para que yo pudiera procrear. Eso no ocurrió. Oscuridad negra para un camino
incierto. Estaba decidido a regresar. El cosmos me abría sus brazos, pero yo
tenía los pies clavados en la tierra.
Por
suerte nunca dejé de estar conectado con mis amigos y protectores, los ángeles
del cielo. Los consulté. Ellos me alentaron diciéndome que existía otra
posibilidad y que me la harían saber si fuese necesario. Día a día les fui
preguntando pero no querían informarme hasta que yo no estuviera sinceramente
enamorado de una terráquea.
Otra
semana de insomnio. Ángeles mudos revoloteando a mí alrededor.
Mi
vecina me decía que me veía desmejorado. La pobre desconocía quién era yo y qué
me estaba ocurriendo.
Todas
las noches, desnudo antes de acostarme, me miraba frente al espejo… y nada.
Una
mañana tuve una extraña sensación; algo se desplazaba zigzagueando en mi bajo vientre.
Me apresuré a enfrentarme con el cristal plateado. Resultado negativo para mis
deseos.
Al
día siguiente mis dos amigos protectores se aparecieron y me preguntaron si
había notado algo diferente en mí. Les conté lo que me había ocurrido.
−Vamos
bien− me dijeron al unísono.
−
¿Por qué me lo dicen?
−Ya
verás.
− ¿Me
va a crecer algo? Pregunté ingenuamente.
−Será
una sorpresa− me dijeron− tal vez no sea lo que estas
pensando.
Por
fin llegó el viernes. Me desperté muy ansioso a las 6 de la mañana. Tenía que
encontrarme con Venus y ofrecerle algo que encaminara nuestra situación. Lamentablemente
y por más que mis ideas se revolcaran y chocaran entre sí, no tenía nada para
decirle.
Mis
cofrades extraterrestres volvieron para tranquilizarme. Me aseguraron que
pronto tendría novedades.
Estaba
tomando el desayuno en la cocina, cuando frente a mí se sentó el más querido de
mis protectores. Me miró como, supongo, un padre mira a su hijo y me preguntó:
− ¿Qué
significado tiene este capricho?
−
Siempre fui rebelde y más ahora que encontré a quién amar. Venus es todo para mí.
−En
ese caso te voy a revelar parte del secreto.
−
Por favor− le supliqué.
− Lo
de ustedes será una unión casi virtual. Eso que se movió en tu vientre es un
espermatozoide único e indestructible, capaz de atravesar en forma energética y
materializarse en el útero de cualquier mujer. Sólo tu fuerza mental lo hará
fértil y el embarazo se producirá. Eso sí, tiene que ocurrir exactamente el día
de la ovulación de tu pareja.
Pronunció
la última letra y sin saludar se esfumó.
Ya
eran casi las 8 de un día que se veía hermoso a través de mi ventana. Creí que
sólo nos separaba un vidrio, aunque la incertidumbre me cubría.
Abrí
la puerta del departamento y saludé a mi vecina con mi gesto habitual, que era
levantar los antebrazos y mover mis manos como alitas.
−
Hoy lo veo mejor Ángel.
−
Si, me siento muy bien, Doña Rosa.
Salí del edificio saltando sobre el pie derecho y me
dirigí a nuestro encuentro en el café del primer piso.
Saúl
Buk 22-03-2018
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