jueves, 22 de marzo de 2018


Saúl Buk
Capítulo 4
Un comienzo
Cuando regresé a mi alcoba, sentí que todas mis células bailaban de alegría, menos las de mi cerebro. Ellas estaban muy preocupadas. Sabían que me había metido en un brete terrible. Dos mundos invadían mi ser y Venus era un planeta que no me rechazó. Semáforo verde. Debía avanzar y atropellar, si fuera necesario, para concretar mi destino amoroso. Pero no tenía resuelto como decirle lo más cruel. ¿Tal vez ella lo sabía? No lo creo. ¿Alguien le habrá dicho alguna vez que los ángeles no tenemos órganos genitales? Ante esta situación tan difícil para mí, consideré que   soportar el peso de la verdad y enfrentarlo era mi deber.
Cuando recién aterricé, en el mejor sentido de la palabra, pensé que el medio ambiente externo haría modificar mi genoma y se me desarrollaría algún apéndice exterior ubicado en el lugar que corresponde y también modificaría mi morfología interna para que yo pudiera procrear. Eso no ocurrió. Oscuridad negra para un camino incierto. Estaba decidido a regresar. El cosmos me abría sus brazos, pero yo tenía los pies clavados en la tierra.
Por suerte nunca dejé de estar conectado con mis amigos y protectores, los ángeles del cielo. Los consulté. Ellos me alentaron diciéndome que existía otra posibilidad y que me la harían saber si fuese necesario. Día a día les fui preguntando pero no querían informarme hasta que yo no estuviera sinceramente enamorado de una terráquea.
Otra semana de insomnio. Ángeles mudos revoloteando a mí alrededor.
Mi vecina me decía que me veía desmejorado. La pobre desconocía quién era yo y qué me estaba ocurriendo.
Todas las noches, desnudo antes de acostarme, me miraba frente al espejo… y nada.
Una mañana tuve una extraña sensación; algo se desplazaba zigzagueando en mi bajo vientre. Me apresuré a enfrentarme con el cristal plateado. Resultado negativo para mis deseos.
Al día siguiente mis dos amigos protectores se aparecieron y me preguntaron si había notado algo diferente en mí. Les conté lo que me había ocurrido.
Vamos bien me dijeron al unísono.
¿Por qué me lo dicen?
Ya verás.
− ¿Me va a crecer algo? Pregunté ingenuamente.
Será una sorpresa me dijeron tal vez no sea lo que estas pensando.
Por fin llegó el viernes. Me desperté muy ansioso a las 6 de la mañana. Tenía que encontrarme con Venus y ofrecerle algo que encaminara nuestra situación. Lamentablemente y por más que mis ideas se revolcaran y chocaran entre sí, no tenía nada para decirle.
Mis cofrades extraterrestres volvieron para tranquilizarme. Me aseguraron que pronto tendría  novedades.
Estaba tomando el desayuno en la cocina, cuando frente a mí se sentó el más querido de mis protectores. Me miró como, supongo, un padre mira a su hijo y me preguntó:
− ¿Qué significado tiene este capricho?
Siempre fui rebelde y más ahora que encontré a quién amar. Venus es todo para mí.  
En ese caso te voy a revelar parte del secreto.
Por favor le supliqué.
Lo de ustedes será una unión casi virtual. Eso que se movió en tu vientre es un espermatozoide único e indestructible, capaz de atravesar en forma energética y materializarse en el útero de cualquier mujer. Sólo tu fuerza mental lo hará fértil y el embarazo se producirá. Eso sí, tiene que ocurrir exactamente el día de la ovulación de tu pareja.
Pronunció la última letra y sin saludar se esfumó.
Ya eran casi las 8 de un día que se veía hermoso a través de mi ventana. Creí que sólo nos separaba un vidrio, aunque la incertidumbre me cubría.
Abrí la puerta del departamento y saludé a mi vecina con mi gesto habitual, que era levantar los antebrazos y mover mis manos como alitas.
Hoy lo veo mejor Ángel.
Si, me siento muy bien, Doña Rosa.
Salí del edificio saltando sobre el pie derecho y me dirigí a nuestro encuentro en el café del primer piso.
    Saúl Buk  22-03-2018

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