martes, 27 de marzo de 2018


Saúl Buk
Un comienzo
Capítulo 5                                                                          
Llegué al café y por cábala me senté en el mismo lugar de siempre. Agregué otra mesita, tenía un presentimiento y quería que estuviéramos cómodos. Venus no había llegado. Yo ya estaba en la entrada en el momento en que comenzaban a atender. Abrí mi cuaderno como quien abre una ventana. Solo líneas de horizonte observé en él. Nada escrito ni por escribir. Conté los renglones de cada página, por hacer algo, eran veintitrés. Vacíos, me parecían mil. Indignado conmigo mismo, le sentencié al blanco rayado:”Dejarás de serlo” y comencé a escribir repetidas veces las sublimes letras que componían el nombre de Venus. Era lo único que se me ocurría. Lo hice hasta completar la página.
El eco de mi escritura se confundió con la entrada triunfal de ella. Esta vez  venía con alguien que no era el bebé. La acompañaba su tía, la de la selfie. Venus parecía no haberse dado cuenta de que la fallecida estaba a su lado.
Esta vez me vio y se acercó. Casi me da un beso, pero se contuvo.
Hola Ángel me dijo.
Hola Venus, te estaba extrañando.
Ella separó su silla de la mesa para sentarse. La silla de al lado también se corrió de lugar y en ella se ubicó su tía invisible. La vi con su habitual sombrerito verde.
Yo también deseaba verte dijo Venus.
¿Estuviste pensando algo sobre lo que venimos conversando?
Estuve muy atareada con mi trabajo en la redacción del diario.
¿Trabajas en un diario?
Sí, soy periodista, jefa de la sección de noticias científicas.
Que bueno. ¿Hay muchas noticias sorprendentes?
En este momento estoy detrás de una que me atañe personalmente y creo que va a revolucionar el mundo me dijo, utilizando esa sonrisa de Mona lisa que utiliza para estas ocasiones.
La tía, a los gritos, la pellizcaba y le pedía  que no avance más sobre el tema, pero ella no lo percibía, ni la veía ni la escuchaba.
¿De qué se trata Venus? le pregunté curioso.
Ella se acomodó en su asiento. Parecía una súper estrella cuando le hacen un reportaje en un set de televisión.      
Ángel te voy a informar como puede seguir lo nuestro. Tomando en cuenta los antecedentes  provenientes de tus informaciones, el hecho que acontecerá después de la unión de una terráquea con un ángel será el nacimiento de una criatura nunca antes engendrada y ese hecho devendrá en un acontecimiento mundial sin precedentes.
Reconozco que el idioma que utilizó para este pequeño discurso me sorprendió, aunque luego ella me aclaró que era el idioma del periodismo el que ella utilizaba cuando estaba trabajando.
−Si te puede ayudar en algo, te diré que según las comunicaciones astrales que he recibido, la criatura será normal, es decir como todos los humanos− le dije.
Se acarició los alrededores de su ombligo como lo haría una mujer embarazada.
− Me excita esta situación. Será una sensacional noticia y eso me hará famosa y por lógica consecuencia a vos también.
A mí no me interesaba la fama, pero si ella era feliz con eso, yo le haría el juego, que a decir verdad también era el mío.
− Venus hay algo que tengo que decirte antes de que todo comience, los ángeles no tenemos órganos genitales.
Sus hermosos ojos verdes fueron ocultados por dos persianas que se deslizaron suavemente. Comenzaron a caer blandas perlas de los mismos. Me sorprendió que su tía también llorara.
− No te preocupes, Venus, mis amigos celestiales ya nos solucionaron este inconveniente. Existe un método energético desconocido para los que viven por estos lados.
− ¿Y cuál es? – preguntó gimiendo.
− Yo ya soy poseedor de un súper espermatozoide que te lo enviaré el día en que tu organismo deposite el óvulo. Ésa energía se materializará para unirse a él y engendrará una criatura que tendrá aspecto humano y un alma angelical.
Ella dudaba, sus enormes labios perdieron su grosor. ¿Por qué habría de creerme?
Todavía no habíamos ido al mostrador a solicitar nuestro desayuno. Para distender la situación le ofrecí convidarla. Ella aceptó. Se quitó el rojo labial y se miró en un espejito. Me dio la impresión de que no se reconocía.
Desayunamos en silencio. Lo único que se escuchaba era el ruido del mordisco de la medialuna y el que hacíamos al sorber el café. Para mí era la pequeña música nocturna de Mozart. Sus labios se posaban en el pocillo y yo los imaginaba en mi boca.
No pudo contenerse (ahora creo que sería por el hecho de ser periodista), se levantó bruscamente de su silla, miró a su alrededor y vino hacia mí. Me dio un beso en la frente y me dijo:
− El viernes a la misma hora, Ángel.
Me sentí petrificado. No sé cómo pude hacerlo estando totalmente desinflado.
− Sí− atiné a decirle.
    Saúl Buk    27-03-2018



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