Saúl Buk
Un comienzo
Capítulo 5
Llegué al café y por cábala me senté en el mismo lugar de siempre.
Agregué otra mesita, tenía un presentimiento y quería que estuviéramos cómodos.
Venus no había llegado. Yo ya estaba en la entrada en el momento en que
comenzaban a atender. Abrí mi cuaderno como quien abre una ventana. Solo líneas
de horizonte observé en él. Nada escrito ni por escribir. Conté los renglones
de cada página, por hacer algo, eran veintitrés. Vacíos, me parecían mil. Indignado
conmigo mismo, le sentencié al blanco rayado:”Dejarás de serlo” y comencé a
escribir repetidas veces las sublimes letras que componían el nombre de Venus. Era
lo único que se me ocurría. Lo hice hasta completar la página.
El eco de mi escritura se confundió con la entrada triunfal de ella.
Esta vez venía con alguien que no era el
bebé. La acompañaba su tía, la de la selfie. Venus parecía no haberse dado
cuenta de que la fallecida estaba a su lado.
Esta vez me vio y se acercó. Casi me da un beso, pero se contuvo.
−
Hola Ángel− me dijo.
−Hola
Venus, te estaba extrañando.
Ella separó su silla de la mesa para sentarse. La silla de al lado
también se corrió de lugar y en ella se ubicó su tía invisible. La vi con su
habitual sombrerito verde.
−
Yo también deseaba verte− dijo Venus.
−
¿Estuviste pensando algo sobre lo que venimos conversando?
−
Estuve muy atareada con mi trabajo en la redacción del diario.
−
¿Trabajas en un diario?
− Sí,
soy periodista, jefa de la sección de noticias científicas.
−
Que bueno. ¿Hay muchas noticias sorprendentes?
−
En este momento estoy detrás de una que me atañe personalmente y creo que va a
revolucionar el mundo− me dijo, utilizando esa sonrisa de
Mona lisa que utiliza para estas ocasiones.
La tía, a los gritos, la pellizcaba y le pedía que no avance más sobre el tema, pero ella no
lo percibía, ni la veía ni la escuchaba.
−
¿De qué se trata Venus?− le pregunté curioso.
Ella se acomodó en su asiento. Parecía una súper estrella cuando le
hacen un reportaje en un set de televisión.
−
Ángel te voy a informar como puede seguir lo nuestro. Tomando en cuenta los
antecedentes provenientes de tus
informaciones, el hecho que acontecerá después de la unión de una terráquea con
un ángel será el nacimiento de una criatura nunca antes engendrada y ese hecho
devendrá en un acontecimiento mundial sin precedentes.
Reconozco que
el idioma que utilizó para este pequeño discurso me sorprendió, aunque luego
ella me aclaró que era el idioma del periodismo el que ella utilizaba cuando
estaba trabajando.
−Si te puede
ayudar en algo, te diré que según las comunicaciones astrales que he recibido,
la criatura será normal, es decir como todos los humanos− le dije.
Se acarició
los alrededores de su ombligo como lo haría una mujer embarazada.
− Me excita
esta situación. Será una sensacional noticia y eso me hará famosa y por lógica
consecuencia a vos también.
A mí no me
interesaba la fama, pero si ella era feliz con eso, yo le haría el juego, que a
decir verdad también era el mío.
− Venus hay
algo que tengo que decirte antes de que todo comience, los ángeles no tenemos
órganos genitales.
Sus hermosos
ojos verdes fueron ocultados por dos persianas que se deslizaron suavemente.
Comenzaron a caer blandas perlas de los mismos. Me sorprendió que su tía
también llorara.
− No te
preocupes, Venus, mis amigos celestiales ya nos solucionaron este inconveniente.
Existe un método energético desconocido para los que viven por estos lados.
− ¿Y cuál es?
– preguntó gimiendo.
− Yo ya soy poseedor
de un súper espermatozoide que te lo enviaré el día en que tu organismo
deposite el óvulo. Ésa energía se materializará para unirse a él y engendrará
una criatura que tendrá aspecto humano y un alma angelical.
Ella dudaba,
sus enormes labios perdieron su grosor. ¿Por qué habría de creerme?
Todavía no
habíamos ido al mostrador a solicitar nuestro desayuno. Para distender la
situación le ofrecí convidarla. Ella aceptó. Se quitó el rojo labial y se miró
en un espejito. Me dio la impresión de que no se reconocía.
Desayunamos en
silencio. Lo único que se escuchaba era el ruido del mordisco de la medialuna y
el que hacíamos al sorber el café. Para mí era la pequeña música nocturna de
Mozart. Sus labios se posaban en el pocillo y yo los imaginaba en mi boca.
No pudo
contenerse (ahora creo que sería por el hecho de ser periodista), se levantó
bruscamente de su silla, miró a su alrededor y vino hacia mí. Me dio un beso en
la frente y me dijo:
− El viernes a
la misma hora, Ángel.
Me sentí
petrificado. No sé cómo pude hacerlo estando totalmente desinflado.
− Sí− atiné a decirle.
Saúl Buk
27-03-2018
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