lunes, 22 de agosto de 2016


       Inexplicable ausencia    

Las tenía conversando muy cerca de mí.

Nos separaban pocas mesas.

Eran dos. Una señora de blanca y enrulada cabellera

y una joven a la que nunca le pude ver el rostro.

La muchacha sostenía un cuaderno en su mano derecha

y un libro en la izquierda.

La anciana, de anteojos de marco oscuro,

se abrigaba con un multicolor pullover tejido a mano.

Como una serpiente, un largo pañuelo verde rodeaba su cuello.

Se arrastraba en ella.

La cartera negra ocultaba su pubis

y un pantalón azul, “brillosamente” gastado,

cubría sus enfermizas piernas.

Le daba confusas explicaciones a la niña,

mientras señalaba la tapa de un texto rojo.

 Hablaban en voz alta, pero yo no entendía su idioma.

A  intervalos sincronizaban las bisagras

e  inclinaban sus cabezas sobre el libro.

¿Sería para entenderlo o tal vez para reverenciarlo?

Se miraban a los ojos para comunicarse.

Parecía no alcanzar.

¿Miopía o veneración?

Entonces, la joven acompañaba sus dichos con ampulosos gestos.

Esfuerzo lógico, pero vano.

¿Cómo no se percataron que no se puede

mantener un diálogo sin la ayuda del celular?



                        Saúl Buk 22-08-2016

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