Inexplicable ausencia
Las tenía conversando muy cerca de mí.
Nos separaban pocas mesas.
Eran dos. Una señora de blanca y enrulada cabellera
y una joven a la que nunca le pude ver el rostro.
La muchacha sostenía un cuaderno en su mano derecha
y un libro en la izquierda.
La anciana, de anteojos de marco oscuro,
se abrigaba con un multicolor pullover tejido a mano.
Como una serpiente, un largo pañuelo verde rodeaba su
cuello.
Se arrastraba en ella.
La cartera negra ocultaba su pubis
y un pantalón azul, “brillosamente” gastado,
cubría sus enfermizas piernas.
Le daba confusas explicaciones a la niña,
mientras señalaba la tapa de un texto rojo.
Hablaban en voz
alta, pero yo no entendía su idioma.
A intervalos
sincronizaban las bisagras
e inclinaban
sus cabezas sobre el libro.
¿Sería para entenderlo o tal vez para reverenciarlo?
Se miraban a los ojos para comunicarse.
Parecía no alcanzar.
¿Miopía o veneración?
Entonces, la joven acompañaba sus dichos con ampulosos
gestos.
Esfuerzo lógico, pero vano.
¿Cómo no se percataron que no se puede
mantener un diálogo sin la ayuda del celular?
Saúl Buk 22-08-2016
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