Orando
en un bar
La mirada, con
objetivo cielo, es interferida por
millones de pixeles que luchan con las letras que subían, interrumpiendo el destino de su oración.
¿Podrá el hombre de la camisa azul atravesar esa herejía?
Con cuidado
apoya su gaseosa sobre la mesa.
Se
estremece.
Lentamente
alza sus brazos y sus curtidas manos aprietan su triste rostro.
Explosión y
niños muertos es lo que ve.
Estalactitas
de llanto congelan sus pupilas, obstruyendo la plegaria.
Dominan la pantalla los colores sangre.
Cierra sus párpados.
Llora, llora y se angustia.
Alza su
nublada mirada.
Busca una
luz.
Ahora el televisor ofrece algo gracioso.
Como por
arte de magia desaparecen los líquidos caireles que pendían de sus ojos.
Sonríe.
Quiere
comenzar la oración nuevamente, pero un
“tragiciero” se interpone.
Sólo por
ese día.
Saúl Buk
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