OCHO
En mi
bandeja del bar
coexisten
ocho elementos diferentes:
el papel
arrugado de la servilleta,
con el
rígido plástico del vaso
que
contiene agua en flotación.
Levanto la
mirada
y cuento
los pliegues
en la manga
de la camisa azul
que luce la
señora de la otra mesa.
Extrañado,
recuento: son ocho.
Sigo
observando en la bandeja:
el metal
duro de la cucharita,
el
edulcorante en polvo,
cerca del
café oscuro.
Leche
blanca que perdió su color,
junto a
espumosas burbujas de aire.
En
realidad, pienso que hay más.
Lo que cuento
es tan sólo
lo que miro;
pero lo que
no veo es infinito.
Por algo el
ocho es un número
que se
dibuja sin principio ni final.
Un misterio.
Saúl Buk
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