APASIONADA
Regresó cansadísimo de su trabajo. Parecía que las tareas de la
oficina hubieran enloquecido y sus empleados también. El humor de su jefe había
sido de lo peor.
Ángel estaba agotado y no
quería o no podía pensar. Para complicar aún más la situación, el tráfico era
insoportable.
¡Por fin! Atravesó la ciudad. Estaba muy alterado por los bocinazos.
Apagó la radio del auto. No toleraba nada. Estacionó en su cochera con
esfuerzo.
Solo deseaba cenar y acostarse, aunque sabía que no era lo
más recomendable.
Abrió la puerta de su departamento. Su esposa lo recibió con una
sonrisa y un beso, pero él con un gesto la desalentó. Fue invitado por su cónyuge
a cenar. Rechazó casi la mitad de la comida. Casi descortésmente le dijo a su
mujer que se iba a la cama. Se quería
acostar a dormir en ese mismo momento.
Se quitó la ropa, se introdujo en el piyama, y rápidamente se entregó
a los brazos de Morfeo y soñó que había otro hombre en la habitación, pero con
una particularidad, era igual a él...
Al principio le dio la sensación de que estaba alucinando dentro de
su propio sueño. Luego le pareció que se veía reflejado frente a un cristal.
Para comprobarlo se agachó y se miró en el espejo que estaba al costado de la
cama, pero el personaje estaba desnudo y
corría por la habitación.
Decidió efectuar una nueva comprobación: se arrastró ridículamente
sobre sus rodillas, pero el individuo no
se movió.
¡No, no era él! ¿Quién sería?
Enojadísimo comenzó a discutir con el otro y como no le respondía,
ni siquiera a los insultos, decidió golpearlo fuertemente con sus puños en la cara y hasta
le dio algún puntapié.
Ampulosos movimientos de sus brazos y sus piernas hacían que sus
manos y sus pies infligieran un castigo
al inmóvil personaje.
Finalmente logró que
desapareciera de su vista.
¡Vaya intruso!
Durante el desayuno, Alicia su esposa le refirió que la noche anterior
y en contra de sus habituales costumbres, estuvo muy movedizo en la cama. En algún momento golpeó
fuertemente la almohada y hasta le dio fuerte con los pies. Daba la sensación
que se estaba peleando con alguien.
Pensó que con esa actitud él, sin quererlo, podía lastimarla. No
quiso despertarlo y se fue a la habitación lindera, que era la de huéspedes.
Cerró la puerta con llave.
Lo que ella no pudo comprender, es cómo su “Ángel “había ingresado
al segundo dormitorio. Estaba desnudo. Cariñoso como nunca, le mencionó que había disfrutado mucho de ese encuentro.
“Espero que se repita”, le dijo ella suavemente y lo besó.
No creo necesario aclarar que el sueño fue de ella.
Saúl Buk