LA TERESITA
(cuentema)
La encontré en la estación,
paradita en el andén.
Un gorrión solitario.
Miraba para todos lados,
pero no...
Era una tarde de mucho frío y la
niña tiritaba
debajo de su raído sombrerito azul,
tan gastado como su vestido gris,
que alguna vez fué de alguien.
Se notaba.
En su liviana mochila cabían
tan sólo una botellita de agua
y dos panes.
Su mamá se encargó de todo.
Ella le preparó el viaje
Y le dió el beso en Tucumán.
Se desorbitaba buscando a la “señora”.
Si, a la que la había llamado.
No estaba.
Todos abandonaron el lugar;
quedamos ella y yo.
Me fui acercando para ofrecerle
ayuda,
pero antes, (¿estaría escondido?)
se le acercó un extraño joven.
Lucía su cabeza rapada a los costados,
Jeans,
camisa oscura y campera.
Algo le dijo, mientras ella lo
esquivaba.
Él insistió.
Introdujo su mano derecha dentro de su abrigo;
había algo más que una mano.
Lo juro, lo estuve observando.
Teresita lloraba pegada al muchacho.
Comenzó a arrastrarse,
sus viejos zapatos le pesaban.
Mis ojos eran dos tristes lágrimas.
Se me nublaron.
Busqué… y rebusqué.
Pero no los
vi más…
Saúl
Buk
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