jueves, 2 de junio de 2016

              Haciendo equilibrio
Mis ojos se encontraban abstraídos
por las baldosas rotas de la vereda,
hasta que el árbol se interpuso.
Lo esquivé, alcé la mirada para agradecer
 y me encandilé.
Era una cruz humana, la que venía.
¡No puede ser!
¿Estaré viendo visiones?
Con un pañuelito de papel
me quité las inexistentes lagañas.
Se acercaba cada vez más.
Estando a pocos metros, la reconocí.
Era la señora que “pide” en la entradita
de la galería.
Caminaba al borde de la vereda,
sobre el adoquín hecho cordón.
 Los zapatos eran de diferentes pares
 y agujeros no les faltaban.
Talón de un pie, acariciando la punta del otro.
 Así avanzaba, siempre igual.
Talón punta. Talón punta.
Sus brazos extendidos hacia los costados,
le daban un bimilenario aspecto.
Miraba directo al inexistente horizonte
de la Avenida Cabildo.
Despeinada, sucia, pero altiva.
Sus ojos eran de un celeste pérfido.
Sobrecargada por vestidos raídos
de irreconocibles colores y orígenes.
Me acerqué para preguntarle:
− ¿Por qué camina de esa manera, señora?
−Estoy sacando la mano para ver si llueve, me respondió.
−Pero, ¿por qué saca las dos?, le insistí.
−Para ver de qué lado llueve.
− ¿Así es la vida, señora?
− Una nunca sabe.
Y siguió haciendo equilibrio.
     Saúl Buk   

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