martes, 28 de junio de 2016

DE PROFUNDIS
La piel,
frontera permeable.
Pensamientos sublevados
atraviesan sus poros.
Con cada sístole,
 una sensación del todo.
Abstracto.
El tiempo transcurrido
no obstruye la salida.
  Saúl Buk       

domingo, 26 de junio de 2016

             LA TERESITA
               (cuentema)            
La encontré en la estación,
paradita en el andén.
Un gorrión solitario.
Miraba para todos lados,
pero no...
Era una tarde de mucho frío y la niña tiritaba
debajo de su raído sombrerito azul,
tan gastado como su vestido gris,
que alguna vez fué de alguien.
Se notaba.
En su liviana mochila cabían
tan sólo una botellita de agua
 y dos panes.
Su mamá se encargó de todo.
Ella le preparó el  viaje
Y le dió el beso en Tucumán.
Se desorbitaba  buscando a la “señora”.
Si, a la que la había llamado.
No estaba.
Todos abandonaron el lugar;
quedamos ella y yo.
Me fui acercando para ofrecerle ayuda,
pero antes, (¿estaría escondido?)
se le acercó un extraño joven.
Lucía su cabeza rapada a los costados,
Jeans, camisa oscura y campera.
Algo le dijo, mientras ella lo esquivaba.
Él insistió.
Introdujo su mano derecha  dentro de su abrigo;
había algo más que una mano.
Lo juro, lo estuve observando.
Teresita lloraba pegada al muchacho.
Comenzó a arrastrarse,
sus viejos zapatos le pesaban.
Mis ojos eran dos tristes lágrimas.
Se me nublaron.
Busqué… y rebusqué.
Pero no los vi más…
      Saúl Buk    

lunes, 20 de junio de 2016


Amor Grotesco y misterioso

El triángulo amoroso que conforman
el escritor, la lapicera y el papel rayado,
es y será siempre un grotesco.
 Alterado, deformante y brutal.
¿Por qué la mano con cinco dedos?
Si para escribir usa sólo tres.
¿Por qué la lapicera es alargada y no de otro formato?
 El papel, ¿por qué debe rayarse?
La página le indica a la lapicera:
“Por acá, por el renglón, a no salirse”.
Esta le señala al escritor:
“Sólo de este lado, del otro no escribo”.
Y el pobre escritor obedece y sólo puede pensar.
Es tal vez un lunático en este mundo misterioso
del cual nada sabemos.
Ni como fue creado, ni cuando, ni para qué.
El escritor tiene su excusa,
Cree que nació para escribir la copia de la copia.




Platón no era tonto, pero no sabemos qué era.
No es por nuestra voluntad que nacemos y
no es  por nuestra voluntad que morimos.
Misterio. Sigilo. Enigma.
Carnavalesco, alterado y colosal.
El pobre ser humano cree conocer,
pero sólo sabe de ignorancia.
Sin embargo el escritor, la lapicera y el papel se aman.
 Son una lágrima de amor desesperante.
Verdadero escándalo grotesco,
en este mundo misterioso.
¿Quién lo hubiera pensado antes de haber sido creado?
El escritor lo sabía,
pero le faltaban la lapicera y el papel.
                            Saúl Buk  

lunes, 13 de junio de 2016

EL BASTÓN

Estoy sentado y veo pasar
a  la señora del bastón.
Aleja sus pies, uno del otro.
Se apoya  con firmeza.
Levanta su  bastón
y  lo mira.
Está sola y dice: es de madera.
¿A quién le habla?
Otros transitan por la acera,
todos  con bastón.
¿El único que no lo posee, soy yo?
No  puedo verme  pasar.
Tal vez, también tenga un bastón.
Osado, le pido un espejo a otra persona.
-No, me responde. Sospecha.
Nunca sabré si tengo bastón.
Caprichoso, me levanto.
Salgo. Me paro en la vereda,
y  miro hacia adentro.
Exactamente al lugar
en  el que estuve ubicado.
Ausentes…
Ni yo, ni el bastón.
                                  Saúl Buk

martes, 7 de junio de 2016



MAMÁ
¡No! Me resisto.
Nada de mi madre, nadie tiene que saber.
¿Acaso estoy en tratamiento?
Más, aunque así fuera
de mamá no hablo.
Lo que sé, es mío…y de ella.
¿Quién tendría que saber que éramos compinches?
Me niego a comentar cómo cocinaba.
Lo menciono sólo de paso. Lo hacía muy bien.
Por qué ventilar que me ayudaba con el estudio.
Siempre, mientras vivió, lo hizo.
Me esperaba con la comida.
Pero sólo porque era de noche.
Tampoco lo voy a contar.
Esos datos los atesoro.
No los comparto, no insistan.
Hasta elegía la ropa conmigo.
No, toda no.
Tal vez ya piensen equivocados en el complejo…
La única que podría saberlo, es mamá.
Pero, ya no está.        
A veces pienso que mamá tiene cuatro letras,
En homenaje a las cuatro matriarcas.
Era celosa como Sara.
Tenía predilecciones como Rebeca.
Era miope como Leah y
querida como Raquel.
Perdonen la comparación,
se me escapó.
Da igual, ustedes no se lo pueden imaginar.
Jamás pensé en el complejo de Edipo,
Hasta que se me apareció en sueños.
Susurrándome al oído me dijo:
“hay que cortar ese complejo, hijito”.
Cortar no, resolver, mamá.
Entonces vino la enorme sugerencia:
“Conseguite dos psicólogos y un tornillo grande.
Los acoplas a la altura del ombligo
y funcionaran como una tijera.
Con eso cortas el complejo.
¡Ah! Y no te olvides de ajustar la tuerca”.
Y se fue.
Ahora, angustiado, les pregunto:
¿Qué hago?
No sé si vendrá en otro sueño.
No sé si los psicólogos adoptaran el sugerido protocolo.
Confieso, me siento mal.
Estoy peor que antes de sentarme a escribir.

   Saúl Buk

jueves, 2 de junio de 2016

                     Mastica
La señora que está sentada frente a mí,
es apenas canosa.
Saco azul y chomba roja.
Deposita sus carnosas manos,
cruzadas sobre la mesa.

Mastica. Mastica.
Parece un pez contra un vidrio.
Mueve los labios,
pero no adivino si tiene dientes.
¡Ay! ahora me sonríe.
¿Qué hago?
Nada, no hago nada.
Parezco un tonto.
Ella sonríe y mastica.
¿Qué tendrá en la boca?
No se le termina nunca.
¿Será de goma su comida?
¿Será real ella?
Me cambio de asiento,
total, el bar es grande.
No la soporto más.
Ella me sigue con la mirada
y mastica.
Regreso y le pregunto:
“¿Le ayudo a terminar el bocado?”
Me observa interrogante.
“No señora, no es un besito,
sólo la estoy imitando”.

        Saúl Buk  13-05-2016
              Haciendo equilibrio
Mis ojos se encontraban abstraídos
por las baldosas rotas de la vereda,
hasta que el árbol se interpuso.
Lo esquivé, alcé la mirada para agradecer
 y me encandilé.
Era una cruz humana, la que venía.
¡No puede ser!
¿Estaré viendo visiones?
Con un pañuelito de papel
me quité las inexistentes lagañas.
Se acercaba cada vez más.
Estando a pocos metros, la reconocí.
Era la señora que “pide” en la entradita
de la galería.
Caminaba al borde de la vereda,
sobre el adoquín hecho cordón.
 Los zapatos eran de diferentes pares
 y agujeros no les faltaban.
Talón de un pie, acariciando la punta del otro.
 Así avanzaba, siempre igual.
Talón punta. Talón punta.
Sus brazos extendidos hacia los costados,
le daban un bimilenario aspecto.
Miraba directo al inexistente horizonte
de la Avenida Cabildo.
Despeinada, sucia, pero altiva.
Sus ojos eran de un celeste pérfido.
Sobrecargada por vestidos raídos
de irreconocibles colores y orígenes.
Me acerqué para preguntarle:
− ¿Por qué camina de esa manera, señora?
−Estoy sacando la mano para ver si llueve, me respondió.
−Pero, ¿por qué saca las dos?, le insistí.
−Para ver de qué lado llueve.
− ¿Así es la vida, señora?
− Una nunca sabe.
Y siguió haciendo equilibrio.
     Saúl Buk