domingo, 8 de abril de 2018


Saúl Buk
Un comienzo
Capítulo 7.
A partir de esa noche comenzaron a visitarme muchos ángeles amigos y otros que no lo eran tanto. A raíz de mi actitud ellos habían tenido infinidad de reuniones en el cielo. Todos deseaban encaminar por la senda “normal” a ésa oveja descarriada, que era yo. A pesar de los buenos consejos que me habían brindado los que me querían, en general se oponían a este acto de mezcla de habitantes de universos tan diferentes.   Me decían que si bien la solución del problema ellos la tenían, agregaban con gran desconfianza que históricamente nunca se había consumado un hecho similar. Repetían:”agua y aceite”, “agua y aceite”, hermano.
Esa posición tan estricta me había envalentonado más todavía. Iba a ser el primero, aunque no era eso lo más importante. Lo que me fortalecía era pensar que todo iba a ocurrir con Venus. Era una sensación nueva que ellos tampoco la tenían en su experiencia. ¿Cómo podían opinar sobre un lanzamiento al vacío lleno de ternura? Discutimos. Elogié al amor y vencí. Logré poner mi pié sobre la cabeza del león. Amén que para Venus, ésta extraordinaria mezcla sería un boom periodístico. Finalmente todos me bendijeron y ofrecieron su colaboración para el día elegido.
¡Viernes, bendito viernes! Como siempre a las 6.Desayuné y me hice invisible hasta que tomé la forma de un drone y como tal llegué al café. A la poca gente que se encontraba en el lugar le pareció extraño que un drone se introdujera en el baño de caballeros y cerrara la puerta. Esperaron y me vieron salir. A algunos los reconocí.
¿No vio un drone, señor? me preguntaron.
¿Un qué? les respondí.
Pedí permiso y fui directo a mi silla. Apoyé mis manos cubriendo mis ojos e hice una invocación para que Venus no viniese con el bebé que ella cuidaba.
Apareció como una reina con un muy elegante vestido blanco. Su invisible tía parecía llevarle la cola. Me levanté de un brinco y comencé a girar sobre mí mismo. Venus me iba a decir luego: “Parecías un tirabuzón eléctrico”. La estreché contra mi pecho con todas mis fuerzas. No faltó el beso en la boca. El contacto fue tan intenso que sin que Venus lo notara, la dama del sombrerito verde nos despegó.
Ya ubicados uno frente al otro, nos miramos  más allá de nuestros ojos.
 Fui a buscar el café con las medialunas para los dos.
Venus, te debo una explicación comencé diciéndole.
¿Sobre qué tema?
La semana pasada me preguntaste que cómo podría haber dormido una semana sin despertarme.
Si, Ángel, lo tengo anotado.
Te diré que siendo un ángel tengo ventajas y desventajas. Una de las primeras es que puedo controlar el sueño a mi voluntad.
¿Y la desventaja?
Ya la conoces, se refiere a la ausencia de órganos genitales.
Los dos temas serán material informativo para mi diario respondió muy profesional.
Tengo que decirte que mis amigos ángeles nos tienen una sorpresa para hoy con respecto a lo nuestro.
¿Nos tienen, cómo es eso? acentuando la palabra “nos”.
− ¿Estás dispuesta a concretar todo lo que hemos conversado?
Sí, justo hoy según las cuentas yo debería estar ovulando.
Entonces esos cretinos celestiales lo sabían. Me dijeron que hoy no te vas a despedir como lo haces siempre.
No pensaba hacerlo. En realidad no quiero despedirme.
Tomemos tranquilos nuestro “cortadito” y salgamos juntos. Para no preocuparnos, ellos me dijeron que Juramento y Cabildo será una esquina  irreconocible para nosotros.
Me dio la sensación que el descenso del café desde nuestras bocas a nuestros estómagos producía un anodino silencio que perturbaba el ruido del local. Solo pensábamos.
Recogimos las bandejas y las tazas. Las depositamos en el lugar de costumbre. Bajamos por la escalera tomados de la mano. Nosotros éramos el desfile que llegó al umbral de la salida. La fanfarria estaba en nuestras cabezas. Ante nuestros despavoridos ojos, todo había desaparecido. Mirando bien, casi todo. Las que se habían esfumado eran las cuatro manzanas que se juntaban en esa esquina. Se veía el aire, nada más que el aire. Estaba todo rodeado por nubes que descendieron como si fueran muros de contención. Por delante de éstas, un coro de ángeles, que se confundía con la atmósfera, cubría todo el perímetro. No se veía más allá.
Pisemos con el pié derecho le dije a Venus.
¿Dónde?− me preguntó temblorosa.
Nuestra entrada fue el disparador para que el coro acompañado de una suave melodía, comenzara  a entonar una única canción:
                            “Ambos mundos
                              Gestan unidos
                              Por gracia de Dios
                              Y la flecha de Cupido”.
Juntos comenzamos a levitar por efecto del ultrasonido de las voces.
La tía invisible de Venus ya no estaba con nosotros.
  Llegó el momento, Venus− le dije apretándole fuerte su mano.
− Si, Ángel, si− me contestó muy pálida.
Flotábamos, inmersos en esa nueva dimensión, dirigiéndonos hacia el centro de ese grandioso cuadrilátero. Nuestras ropas, como por encanto, se iban desprendiendo y cayendo a un vacío inaparente.
                  Saúl Buk      08-04-2018


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