lunes, 30 de abril de 2018


   Saúl Buk      
          Mi lado oscuro
Estoy siempre cerca de mi sombra.
Posee mi ausencia
y la acuesta a mi  lado.
Es pícara. Me persigue.
Oscura y caprichosa,
no le gusta la noche.
Conmigo solo comparte la luz.
Huye de mis rasgos.
¿Acaso no le gusto?
Estoy casi seguro
que no sabe como pienso.
A veces jugamos a imitarnos.
Ella es apenas fiel cuando lo hace,
pero ignora para qué se esfuerza.
Yo nunca pude copiar sus gestos.
Seguiremos amarrados
para convivir felices.
    Saúl Buk   26-04-2018

jueves, 12 de abril de 2018


Saúl Buk
Un comienzo
Capítulo 8.
Avanzábamos hacia un desconocido lugar de encuentro. Nos íbamos acercando el uno al otro hasta convertirnos en una pareja, es decir, un único ser. Singular. La horizontalidad de nuestros movimientos reptaba en el aire. En ese instante ya éramos energía pura. Nuestras masas, ahora invisibles, comenzaron a producir ondulaciones similares a las que logran los delfines en el mar. Sin embargo podíamos ver y dialogar.
− Venus, percibo que algo se desprende de mi − le dije.
− Yo, en cambio, siento que una energía, que nunca había sentido, se funde y me penetra. Al óvulo lo tengo esperando, si esperando, en mi bajo vientre. Es muy placentero lo que está ocurriendo.
− ¡Qué alegría!
− Ángel, veo una letra E y una O que están por unirse.
− Espermatozoide y óvulo significan. Observá el formato de las letras y te vas a dar cuenta que así se debe interpretar en el holograma  que colocaron delante de nosotros − le dije.
− Algo se mueve en mi interior− dijo Venus.
− En nuestro interior, amor. Somos uno en este momento.
No podría calcular cuánto transcurrió entre el principio y el fin de esta situación encantadora. En esta dimensión el tiempo no existe. Lo que sí puedo asegurar es que la temperatura envolvente estaba en su máxima expresión; cuando dos ángeles mayores se acercaron y nos informaron que esta única experiencia universal había concluido y ahora debíamos regresar a nuestra realidad terráquea. Ellos nos fueron separando muy suavemente. Recobramos nuestra forma y nuestras capacidades. Los cuerpos  volvieron a la posición vertical. Cuatro baldosas de vereda se ubicaron debajo de nuestros temblorosos pies. En ese instante cambió el ritmo musical que nos acompañaba. El coro ya había acallado su voz. Comenzamos a bailar. Desaparecieron los dos ancianos ángeles y sin que se notara demasiado, tras de ellos se fueron los miles de coreutas. Las nubes que hacían de muralla se elevaron como un telón de teatro, para ocupar su posición en el cielo. Comenzamos a caminar sin destino (a mi criterio éramos tres). Sin saber de que manera se iba construyendo un angosto camino que nos guiaba. Juramento y Cabildo se iba recomponiendo a medida que nos alejábamos. Percibíamos el ruido de la gente en las calles, los colectivos y las bocinas de los autos. Un paso tras otro (hubiera deseado ser un ciempiés) nos adelantábamos, pero nos preguntábamos: ¿hacia dónde?, hasta que una mano, la de la tía de Venus nos frenó. Increíblemente, estábamos parados sobre el umbral del café de la esquina. Nuestras desconcertadas cabezas eran dos barriletes coleando.
Después de esta experiencia Venus adquirió cierto poder extrasensorial, ya que pudo reconocer a su tía y se estrecharon en un larguísimo abrazo que concluyó cuando Venus se dio cuenta que se estaba abrazando a sí misma. La dama del sombrero verde había desaparecido. Yo la vi sonreír.
− Venus, hoy no tomaremos café. ¿Venís a vivir conmigo?
− Por supuesto, amor− me respondió sin dudarlo.
− Caminemos por Cabildo y luego en un pequeño giro a la izquierda llegaremos a mí… No, a nuestro hogar.
− Estoy feliz, Ángel.
Antes de entrar al edificio le quise gastar una broma. Me hice invisible por unos instantes sin que ella lo notara. Abrí la puerta de entrada, le pedí que caminara sin mirar para atrás. Nos dirigíamos al ascensor cuando apareció Doña Rosa llevando su bolsa de compras. La sostenía con sus dos manos por delante de su abdomen, parecía un canguro.
− Buen día, vecina− le dije.
Ella giró su cabeza hacia todos los costados y a la única que vio fue a Venus.
− Buen día señora− le dijo− disculpe ¿Es usted ventrílocua?
− Buen día – le respondió Venus− soy periodista ¿Por qué me lo pregunta?
− Porque la voz que escuché es la de mi vecino y a la que veo es a usted.
− Le pasa  algo similar a lo que ocurría en el cuento bíblico de Isaac y sus hijos.
La mujer la miró con mucha desconfianza.
− Ángel es mi esposo, doña− dijo Venus.
− Terminemos con este jueguito, señora−  dijo enojada Doña Rosa.
− No se enoje vecina− le dije− golpeándole suavemente en el hombro.
− ¿Quién me toca?− reaccionó asustada.
− Yo, Ángel, que estoy detrás suyo.
− No lo vi entrar ¿Donde estaba?
− Después le cuento el truco Doña Rosa− le dije sonriendo.
Me miró como quién ve un elefante en un living.
− Le repito lo que le dijo Venus, ella es mi esposa.
No me respondió y se fue casi corriendo.
Estábamos Ingresando al departamento cuando noté que dos enormes caireles líquidos se desplazaban por las mejillas de Venus.
      Saúl Buk  12-04-2018

domingo, 8 de abril de 2018


Saúl Buk
Un comienzo
Capítulo 7.
A partir de esa noche comenzaron a visitarme muchos ángeles amigos y otros que no lo eran tanto. A raíz de mi actitud ellos habían tenido infinidad de reuniones en el cielo. Todos deseaban encaminar por la senda “normal” a ésa oveja descarriada, que era yo. A pesar de los buenos consejos que me habían brindado los que me querían, en general se oponían a este acto de mezcla de habitantes de universos tan diferentes.   Me decían que si bien la solución del problema ellos la tenían, agregaban con gran desconfianza que históricamente nunca se había consumado un hecho similar. Repetían:”agua y aceite”, “agua y aceite”, hermano.
Esa posición tan estricta me había envalentonado más todavía. Iba a ser el primero, aunque no era eso lo más importante. Lo que me fortalecía era pensar que todo iba a ocurrir con Venus. Era una sensación nueva que ellos tampoco la tenían en su experiencia. ¿Cómo podían opinar sobre un lanzamiento al vacío lleno de ternura? Discutimos. Elogié al amor y vencí. Logré poner mi pié sobre la cabeza del león. Amén que para Venus, ésta extraordinaria mezcla sería un boom periodístico. Finalmente todos me bendijeron y ofrecieron su colaboración para el día elegido.
¡Viernes, bendito viernes! Como siempre a las 6.Desayuné y me hice invisible hasta que tomé la forma de un drone y como tal llegué al café. A la poca gente que se encontraba en el lugar le pareció extraño que un drone se introdujera en el baño de caballeros y cerrara la puerta. Esperaron y me vieron salir. A algunos los reconocí.
¿No vio un drone, señor? me preguntaron.
¿Un qué? les respondí.
Pedí permiso y fui directo a mi silla. Apoyé mis manos cubriendo mis ojos e hice una invocación para que Venus no viniese con el bebé que ella cuidaba.
Apareció como una reina con un muy elegante vestido blanco. Su invisible tía parecía llevarle la cola. Me levanté de un brinco y comencé a girar sobre mí mismo. Venus me iba a decir luego: “Parecías un tirabuzón eléctrico”. La estreché contra mi pecho con todas mis fuerzas. No faltó el beso en la boca. El contacto fue tan intenso que sin que Venus lo notara, la dama del sombrerito verde nos despegó.
Ya ubicados uno frente al otro, nos miramos  más allá de nuestros ojos.
 Fui a buscar el café con las medialunas para los dos.
Venus, te debo una explicación comencé diciéndole.
¿Sobre qué tema?
La semana pasada me preguntaste que cómo podría haber dormido una semana sin despertarme.
Si, Ángel, lo tengo anotado.
Te diré que siendo un ángel tengo ventajas y desventajas. Una de las primeras es que puedo controlar el sueño a mi voluntad.
¿Y la desventaja?
Ya la conoces, se refiere a la ausencia de órganos genitales.
Los dos temas serán material informativo para mi diario respondió muy profesional.
Tengo que decirte que mis amigos ángeles nos tienen una sorpresa para hoy con respecto a lo nuestro.
¿Nos tienen, cómo es eso? acentuando la palabra “nos”.
− ¿Estás dispuesta a concretar todo lo que hemos conversado?
Sí, justo hoy según las cuentas yo debería estar ovulando.
Entonces esos cretinos celestiales lo sabían. Me dijeron que hoy no te vas a despedir como lo haces siempre.
No pensaba hacerlo. En realidad no quiero despedirme.
Tomemos tranquilos nuestro “cortadito” y salgamos juntos. Para no preocuparnos, ellos me dijeron que Juramento y Cabildo será una esquina  irreconocible para nosotros.
Me dio la sensación que el descenso del café desde nuestras bocas a nuestros estómagos producía un anodino silencio que perturbaba el ruido del local. Solo pensábamos.
Recogimos las bandejas y las tazas. Las depositamos en el lugar de costumbre. Bajamos por la escalera tomados de la mano. Nosotros éramos el desfile que llegó al umbral de la salida. La fanfarria estaba en nuestras cabezas. Ante nuestros despavoridos ojos, todo había desaparecido. Mirando bien, casi todo. Las que se habían esfumado eran las cuatro manzanas que se juntaban en esa esquina. Se veía el aire, nada más que el aire. Estaba todo rodeado por nubes que descendieron como si fueran muros de contención. Por delante de éstas, un coro de ángeles, que se confundía con la atmósfera, cubría todo el perímetro. No se veía más allá.
Pisemos con el pié derecho le dije a Venus.
¿Dónde?− me preguntó temblorosa.
Nuestra entrada fue el disparador para que el coro acompañado de una suave melodía, comenzara  a entonar una única canción:
                            “Ambos mundos
                              Gestan unidos
                              Por gracia de Dios
                              Y la flecha de Cupido”.
Juntos comenzamos a levitar por efecto del ultrasonido de las voces.
La tía invisible de Venus ya no estaba con nosotros.
  Llegó el momento, Venus− le dije apretándole fuerte su mano.
− Si, Ángel, si− me contestó muy pálida.
Flotábamos, inmersos en esa nueva dimensión, dirigiéndonos hacia el centro de ese grandioso cuadrilátero. Nuestras ropas, como por encanto, se iban desprendiendo y cayendo a un vacío inaparente.
                  Saúl Buk      08-04-2018


lunes, 2 de abril de 2018


Saúl Buk
Un comienzo
Capítulo 6.
Estaba aturdido. Ya conocía esa forma abrupta de despedirse pero no lograba asimilarla. En realidad lo que me molestaba no era su manera de hacerlo, sino el hecho de no tenerla a mi lado. Me incorporé muy lentamente. Casi arrastrándome llegué a la escalera. Busqué sus pisadas para poder superponer las mías, pero no las hallé. ¡Qué lástima! me dije me hubiera gustado”. Las veredas de la Avenida Cabildo parecían imantadas para las “ferrosas” suelas de mis zapatos. Varias cuadras en estas condiciones fueron un suplicio, hasta que girando unos metros a la izquierda llegué a mi edificio. En la puerta del ascensor me encontré con Doña Rosa.
¿Qué le pasa Ángel? Se lo ve como cansado o desilusionado.
Ambas cosas señora, ambas cosas.
No tenía deseos de seguir conversando. Ingresé  a mi departamento con una única idea: hacer un ejercicio de concentración especial que me permitiese dormir una semana seguida. Lo logré programando mi reloj biológico. Muy relajado me desperté al viernes siguiente. Eran las 6 de la mañana, cuando comencé a preparar un té vigorizante. Disfrutarlo a pequeños sorbos fue un placer.
MI gran deseo era llegar, como siempre, bien temprano al bar del primer piso y terminar de concebir mi plan: cómo comunicarle a Venus  el mecanismo por el cual juntos íbamos a crear un nuevo ser. Yo lo tenía todo muy claro, pero desconocía cuál iba a ser su respuesta a ésta  descabellada propuesta. Mis ángeles amigos me habían planeado el encuentro. Yo dudaba si le tenía que decir a ella cómo venía el plan y quienes me lo habían diseñado.
La empleada que abría el café ya me conocía. Su uniforme de color cielo me hacía bien, pues recreaba en mí gratos recuerdos.
Buen día, ahí está su mesa, señor. Se la preparé para cuatro, usted lo hizo la semana pasada, pero desconozco el motivo. ¿Ustedes eran dos, no?
Ya ubicado le pregunté:
− ¿Tiene novio?
Si. ¿Por…?
Dígame, ¿le dice toda la verdad?
Cuando hay amor, no hay mentiras, señor y siguió con sus tareas.
Me senté para esperarla. Poco tiempo transcurrió hasta que mi amor, mi Venus, se acercó. Justo en el instante en el cual me distraje abriendo mi inútil cuaderno.
Esta vez me dio un dulce beso en la boca. Casi me caigo de la silla. Se me cruzó por la mente algo así como “Ángel, la fuerza del amor te voltea”.
Hola, Angelito me dijo cuando se despegó de mí.
Hola, Venus, me acabas de dar lo que soñaba.
Estuve toda la semana pensando como saludarte hoy y llegué a la conclusión de que ésta era la forma, porque es lo que siento que te mereces.
Cada día te quiero más, Venus. Ésta semana no pude pensar ya que no estuve despierto. Estos paréntesis pueden terminar conmigo.
Hay cosas que ya no me sorprenden en vos. Estoy tomando notas de todo lo que nos ocurre. No te enojes, es la periodista que llevo en la sangre. Estoy segura de que va ser sensacional.
¿Cómo es eso que dormiste una semana?, preguntó ella.
Otro día te cuento.
Venus se sentó. Sacó una libreta y comenzó a escribir algo.
Fui a buscar los desayunos de ambos. La moza con la que había hablado antes estaba atendiendo el despacho. Me guiñó un ojo y me hizo un gesto señalando a Venus. Me hice el que no la entendía y le pedí dos cortados con medialunas. Regresé a nuestra mesa con la bandeja cargada; cuando noté que la tía me miraba fijo reclamando el desayuno de ella. Le hice un gesto negativo.
− ¿Pasa algo? me preguntó Venus.
No nada mi amor. Tengo instrucciones precisa del más allá.
¿Bueno, será un URGENTE? en ese momento descendieron los extremos de sus comisuras labiales, claro signo de que no me entendía.
Para que te sea más fácil comprender el mecanismo de la concepción de nuestro heredero, voy a comenzar con una pregunta.
Ella no soltaba el bolígrafo mientras acomodaba la libreta de apuntes.
¿Alguna vez estuviste en el Vaticano?
Estuve en una misión que me encomendó el diario para cubrir un Concilio.
¿Viste la cúpula de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina?
Sí, no me digas que la pintaste vos lo dijo matándose de risa.
No le respondí muy serio− sólo quiero que recuerdes el dedo de Dios que le da vida al alma de Adán.
Sí, lo estoy visualizando.
Retené esa imagen en tu mente por un ratito. Llegado el momento, vamos a juntar nuestras frentes y a estrechar nuestros desnudos cuerpos. Toda la energía necesaria va a fluir. Mi espermatozoide va a migrar hacia tu útero y se producirá el gran acto, tal como estaba previsto.
Ahora lo tengo más claro me respondió algo incómoda ¿Dónde ocurrirá el acontecimiento y cómo seguirá?
Ella anotaba taquigráficamente toda la conversación.
El lugar será una sorpresa muy agradable. Al bebé lo vas a recibir directamente en tus brazos, después de nueve meses de gestación. No saldrá por su canal natural, aunque en ese ínterin vas a notar un abultamiento y a percibir movimientos en tu abdomen.
Entonces ¿No pariré como todas las madres? Subrayó PARIRÉ.
No. Lo recibirás sin dolor. En ese momento acercaremos los dedos índices de nuestras manos derechas al dedito de Júpiter de la mano izquierda del bebé y el alma asignada se alojará en su cuerpito.
Ángel, estoy alegre por dos motivos. El primero es porque voy a ser madre y el padre es el amor de mi vida. El segundo ¡Qué noticia, mi madre, qué notición para publicar! exclamó Venus, subiéndose a la silla.
Ella se reía a carcajadas. Su tía disfrutaba y hasta llegó a besarnos a los dos. La dama del sombrero verde se me acercó y me cantó al oído muy suavemente: “tendré un sobrino nieto y lo voy a proteger”.
Yo también me sentía feliz. Sin que Venus lo supiera éramos tres los que destilábamos el mismo sentimiento.
Las pequeñas narinas de Venus se abrían y cerraban mucho más aceleradamente que de costumbre. Tal vez, desesperadas, querían absorber todo el amor que inundaba el ambiente. Mientras yo miraba embobado ese petit espectáculo en el centro de su divina cara, ella se puso de pié.
El viernes próximo a la misma hora Ángel. Me estampó un beso en la boca y comenzó a caminar hacia la salida. Su tía que se había distraído salió corriendo detrás de ella.
 Con mis ambiciosos labios destrozados, sólo dije:
Claro.
       Saúl Buk   02-04-2018