Saúl Buk
Un comienzo
Capítulo 6.
Estaba
aturdido. Ya conocía esa forma abrupta de despedirse pero no lograba asimilarla.
En realidad lo que me molestaba no era su manera de hacerlo, sino el hecho de
no tenerla a mi lado. Me incorporé muy lentamente. Casi arrastrándome llegué a
la escalera. Busqué sus pisadas para poder superponer las mías, pero no las
hallé. ¡Qué lástima! −me dije−
me hubiera gustado”. Las veredas de la Avenida Cabildo parecían imantadas para
las “ferrosas” suelas de mis zapatos. Varias cuadras en estas condiciones
fueron un suplicio, hasta que girando unos metros a la izquierda llegué a mi
edificio. En la puerta del ascensor me encontré con Doña Rosa.
−
¿Qué le pasa Ángel? Se lo ve como cansado o desilusionado.
−
Ambas cosas señora, ambas cosas.
No
tenía deseos de seguir conversando. Ingresé a mi departamento con una única idea: hacer un
ejercicio de concentración especial que me permitiese dormir una semana
seguida. Lo logré programando mi reloj biológico. Muy relajado me desperté al viernes
siguiente. Eran las 6 de la mañana, cuando comencé a preparar un té
vigorizante. Disfrutarlo a pequeños sorbos fue un placer.
MI
gran deseo era llegar, como siempre, bien temprano al bar del primer piso y
terminar de concebir mi plan: cómo comunicarle a Venus el mecanismo por el cual juntos íbamos a
crear un nuevo ser. Yo lo tenía todo muy claro, pero desconocía cuál iba a ser
su respuesta a ésta descabellada
propuesta. Mis ángeles amigos me habían planeado el encuentro. Yo dudaba si le tenía
que decir a ella cómo venía el plan y quienes me lo habían diseñado.
La
empleada que abría el café ya me conocía. Su uniforme de color cielo me hacía bien,
pues recreaba en mí gratos recuerdos.
−
Buen día, ahí está su mesa, señor. Se la preparé para cuatro, usted lo hizo la
semana pasada, pero desconozco el motivo. ¿Ustedes eran dos, no?
Ya
ubicado le pregunté:
− ¿Tiene
novio?
−
Si. ¿Por…?
−
Dígame, ¿le dice toda la verdad?
−
Cuando hay amor, no hay mentiras, señor− y
siguió con sus tareas.
Me
senté para esperarla. Poco tiempo transcurrió hasta que mi amor, mi Venus, se
acercó. Justo en el instante en el cual me distraje abriendo mi inútil
cuaderno.
Esta
vez me dio un dulce beso en la boca. Casi me caigo de la silla. Se me cruzó por
la mente algo así como “Ángel, la fuerza del amor te voltea”.
− Hola,
Angelito− me dijo cuando se despegó de mí.
−Hola,
Venus, me acabas de dar lo que soñaba.
−
Estuve toda la semana pensando como saludarte hoy y llegué a la conclusión de
que ésta era la forma, porque es lo que siento que te mereces.
−
Cada día te quiero más, Venus. Ésta semana no pude pensar ya que no estuve
despierto. Estos paréntesis pueden terminar conmigo.
−
Hay cosas que ya no me sorprenden en vos. Estoy tomando notas de todo lo que
nos ocurre. No te enojes, es la periodista que llevo en la sangre. Estoy segura
de que va ser sensacional.
−
¿Cómo es eso que dormiste una semana?, preguntó ella.
−
Otro día te cuento.
Venus
se sentó. Sacó una libreta y comenzó a escribir algo.
Fui
a buscar los desayunos de ambos. La moza con la que había hablado antes estaba
atendiendo el despacho. Me guiñó un ojo y me hizo un gesto señalando a Venus.
Me hice el que no la entendía y le pedí dos cortados con medialunas. Regresé a
nuestra mesa con la bandeja cargada; cuando noté que la tía me miraba fijo
reclamando el desayuno de ella. Le hice un gesto negativo.
− ¿Pasa
algo?− me preguntó Venus.
−
No nada mi amor. Tengo instrucciones precisa del más allá.
−
¿Bueno, será un URGENTE? −en ese momento descendieron los
extremos de sus comisuras labiales, claro signo de que no me entendía.
−Para
que te sea más fácil comprender el mecanismo de la concepción de nuestro
heredero, voy a comenzar con una pregunta.
Ella
no soltaba el bolígrafo mientras acomodaba la libreta de apuntes.
−
¿Alguna vez estuviste en el Vaticano?
−
Estuve en una misión que me encomendó el diario para cubrir un Concilio.
−
¿Viste la cúpula de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina?
−
Sí, no me digas que la pintaste vos− lo dijo matándose de risa.
−No−
le respondí muy serio− sólo quiero que recuerdes el dedo de Dios
que le da vida al alma de Adán.
−
Sí, lo estoy visualizando.
− Retené
esa imagen en tu mente por un ratito. Llegado el momento, vamos a juntar nuestras
frentes y a estrechar nuestros desnudos cuerpos. Toda la energía necesaria va a
fluir. Mi espermatozoide va a migrar hacia tu útero y se producirá el gran acto,
tal como estaba previsto.
−
Ahora lo tengo más claro− me respondió algo incómoda− ¿Dónde
ocurrirá el acontecimiento y cómo seguirá?
Ella
anotaba taquigráficamente toda la conversación.
− El
lugar será una sorpresa muy agradable. Al bebé lo vas a recibir directamente en
tus brazos, después de nueve meses de gestación. No saldrá por su canal
natural, aunque en ese ínterin vas a notar un abultamiento y a percibir
movimientos en tu abdomen.
−
Entonces ¿No pariré como todas las madres? Subrayó PARIRÉ.
−No.
Lo recibirás sin dolor. En ese momento acercaremos los dedos índices de nuestras
manos derechas al dedito de Júpiter de la mano izquierda del bebé y el alma asignada
se alojará en su cuerpito.
− Ángel,
estoy alegre por dos motivos. El primero es porque voy a ser madre y el padre
es el amor de mi vida. El segundo ¡Qué noticia, mi madre, qué notición para
publicar!− exclamó Venus, subiéndose a la silla.
Ella
se reía a carcajadas. Su tía disfrutaba y hasta llegó a besarnos a los dos. La
dama del sombrero verde se me acercó y me cantó al oído muy suavemente: “tendré
un sobrino nieto y lo voy a proteger”.
Yo
también me sentía feliz. Sin que Venus lo supiera éramos tres los que destilábamos
el mismo sentimiento.
Las
pequeñas narinas de Venus se abrían y cerraban mucho más aceleradamente que de costumbre.
Tal vez, desesperadas, querían absorber todo el amor que inundaba el ambiente. Mientras
yo miraba embobado ese petit espectáculo en el centro de su divina cara, ella
se puso de pié.
−
El viernes próximo a la misma hora Ángel. Me estampó un beso en la boca y
comenzó a caminar hacia la salida. Su tía que se había distraído salió
corriendo detrás de ella.
Con mis ambiciosos labios destrozados, sólo
dije:
−Claro.
Saúl
Buk 02-04-2018