El dedo
(cuentema)
La señora, ubicada al lado de la
ventana,
ocupaba mi asiento en el bar del
primer piso,
el de siempre.
Ese era mi lugar.
De perfil parecía un signo de
interrogación invertido.
Cabeza blanca.
Camisa rosa.
Pantalón negro.
Café, medialuna y libro.
Leía y buscaba la tacita.
Tres veces introdujo su índice
derecho
en la taza de café.
Me acerqué.
“Señora, quite su vista del libro
para agarrar la taza”.
Llamó al mozo.
El tipo ya me conocía
y me pidió “que me deje de joder”.
Mientras, las bacterias de su dedo
se ahogaban en el tibio líquido
negro
y ella se lo tomaba.
Felizmente me hizo caso.
De vez en cuando, me miraba de
reojo.
Yo le sonreía.
Ella regresaba a la lectura.
Hasta que vino su amiga.
Se situó frente a ella y comenzó a
leer.
La señora me volvió mirar.
Mientras, yo me hacía el distraído,
pero escuché que decía:
“Ojo, Rosita, no metas el dedo en el
café,
se
contamina, querida.
Saúl Buk
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