domingo, 28 de febrero de 2016

Buscando una explicación


Esa tarde, inspirado en la contemplación de algunos cuadros pintados por Monet, en especial  los de la catedral de Rouen, me propuse investigar, al estilo del pintor, como variaba el color dentro de la hamburguesería  de la calle Cabildo. Tomando en consideración esa  propuesta,  en la cual la variación de la luz influye en la formas e incorporando la cuarta dimensión, que es el tiempo.
Mi variante sería trabajar con las modificaciones del color y las formas, pero casi con la misma luz.
Comencé a las ocho de la mañana. Ingresaban jóvenes alegres con su vestimenta  muy colorida. Inundaban el espacio, el azul, el rojo y el amarillo. Colores primarios, que en forma de sueltas pinceladas, teñían las coberturas de sus cuerpos. Agregándose, los impenetrables  oscuros del café y los colores tierra de las medialunas recién horneadas.
No pude abstraerme de mirar a una bella muchacha, con su ropa ajustada, que me recordó al envase de una  gaseosa. Pensé: ¿El Creador se habrá inspirado en la Coca- Cola para crear a la mujer?
Me acerqué al mostrador y pedí un cortado. Mientras esperaba, vi en el espejo  reflejada  mi figura. Confundida entre todas las demás. Esta escena, me propuso la visualización de un bellísimo cuadro impresionista, enmarcado en el aire. Eran golpes de color apareados.
A medida que pasaban las horas y hasta las tres de la tarde, iba  variando ligeramente la mancha multicolor, ya que a la composición mental que me iba haciendo, se agregaba un toque de espátula. Era  el periódico, con sus matices de gris, negro y algún que otro rojo y azul.
 También influían  en el color, las hamburguesas casi rojizas, que dramatizaban levemente la escena. A esto había que agregarle el verde de la lechuga y el color del pan.
 ¡Un derroche de simpleza y audacia!
Luego, y hasta las 19hs.concurría gente de más edad. Colores  tranquilos, como ser marrones y azules oscuros, con toques de blanco en sus camisas.
Hasta las 22hs., nuevamente viraban los pigmentos hacia una luz brillante. Los jóvenes llevaban en sus platos, rápidas pinceladas de hamburguesa, queso, lechuga, pollo, tomate y mostaza.
A esto se le sumaban los matices obtenidos por yuxtaposición.

El televisor, que funcionaba permanentemente, ofrecía en ese momento, la imagen de un nutricionista que efusivamente recomendaba beber leche en cantidades abundantes, para reforzar el calcio del organismo.
Se produjo algo así como una psicosis colectiva. Todos solicitamos un vaso de leche. Lo sosteníamos con la mano en alto y nos deseábamos “salud”. Esta  situación se fue repitiendo.
Me fui al primer piso. Me molestaba esa propaganda comercial, pero resultó que la radio propalaba el mismo texto,  en  la voz de un periodista que se especializaba en gastronomía.
Se percibió en el ambiente  un espasmo generalizado, cierta incomodidad, que dio la sensación, de que se le estaba  transfundiendo leche endovenosa a los concurrentes.
A partir de esa hora, noté que el brazo de uno de los comensales, se tornaba  blanco, luego la cabeza de otro adquiría el mismo color.
Comencé a sentir escalofríos, como cuando se padece de altas temperaturas por  una enfermedad infecciosa.
Cada uno de los integrantes ocupaba un lugar en  el espectro, que cubría la gama  del  blanco ceniza, como si fueran flashes disparados  intencionalmente.
Telas blancas, pero sin bastidor.
Cuando la última mano se blanqueó, el local ya estaba cerrado. Yo me había retirado al exterior y estaba parado sobre la vereda, viendo esa rara metamorfosis.
Apagadas las luces, todas las personas se transformaron en sábanas blancas, blancas como el alma y parecían estar unidas en sus puntas por broches, como los de la ropa.
Subían y bajaban. Un extraño ritual. Hacían algunas reverencias, dirigiéndose  exactamente al lugar en el cual yo estaba  ubicado. Miraban con sus ojos despupilados, que eran simplemente un ojal. ¿Me invitaban a pasar?
Todavía no entiendo por qué extraño sortilegio, alguien me acercó un vaso de leche.
 Atravesé el vidrio de la puerta sin romperlo y me transformé.
Yo también era un fantasma.
La danza se extendió hasta las 6.55 de la mañana.
Cinco minutos antes de que abrieran nuevamente, todo el local quedó ausente de color.Negro, negro.

 Transcurridos algunos días me repuse y fui a consultar sobre lo sucedido con el gerente de la cafetería. Me explicó  que en algunas oportunidades se producía este fenómeno, especialmente en las épocas en la que los tamberos anunciaban  que en el país había superproducción de leche vacuna.

                        Saúl Buk-       

lunes, 22 de febrero de 2016

         La torre
Caen piedritas que granizan la noche,
se desarma la torre.
Veo que se derrumba.
Siento malestar, pero no interrumpo.
Hace tiempo que ocurre.
me devano los sesos
 buscándole algún sentido.
 Sé que no lo tiene, pero lo intuyo.
 Cascotes que se deslizan
por las columnas del tiempo.
¿Tiene alma la torre?
¿Hay flores en ella?
Inútiles preguntas.
¿Alguien más sabe de su existencia?
Permanece sólo para que mis ojos la contemplen.
¿Cuándo sellará su caída?
Estoy seguro, sí,estoy seguro que será
cuando mi retina diga: ¡Basta!
Porque esta torre,
como la mujer amada
es sólo mía.
           Saúl Buk     

jueves, 18 de febrero de 2016

           Un triste silencio
La nube detrás del cerro,
me espiaba.
¡Qué  atrevida!
Yo la conozco,
es la misma que derramó sus lágrimas
cuando llovió.
Un sinfín de perlas líquidas me acariciaban.
Sólo pude contestarle con letras,
góticas, muy cuidadas.
Fue un amor imposible.
Llegó la noche.
Quité el cerro de mi vista,
pero la nube se había ocultado.
“Mañana no estaré yo”,
le grité desesperado.
Un triste silencio
nos invadió.

    Saúl Buk
                                                             AHORA SÍ     
En el velatorio de la calle Morgue, se habían reunido familiares y  amigos de Juan Carlos  Resus.Citado varias veces en algunos diarios locales a raíz de ciertas incoherencias en su vida personal.
Por mencionar alguna se decía que se había olvidado de ir a su propio casamiento.
Entre los amigos que habían  concurrido se hallaban dos comisarios de la seccional  noventa.
-Fue una muerte extraña y repentina, dijo el mayor de ellos.
-Debieron haber investigado, respondió el otro.
-Claro que sí, a los cincuenta años es raro que esto ocurra, le contestó dudando.
-Tal vez se cayó de algún sitio alto.
-No creo, no hay indicios.
-¿Qué dice el certificado de defunción?
-Paro cardíaco no traumático.
Entonces fue un síncope.
Un médico que escuchaba por curiosidad terció” puede haber sido una hemorragia interna.”, lo dijo sólo por intervenir.
La conversación iba subiendo de intensidad.Los vecinos presentes también opinaban e hicieron diagnósticos
Dos señoras gordas (una de negro y la otra con blusa roja) se habían ubicado al costado del féretro.Lloraban, no lo conocían pero lloraban.
Una voz poderosa como un trueno irrumpió en el ambiente.Se escuchó claramente un NO-NO-NOOO.
El comisario que estaba de espaldas, giró y vio al ”difunto” sentado.
.Espantado atinó a preguntar:”no,¿qué Juan?.”
-No fue así como ustedes suponen.
-¿Cómo fue?,se oyeron varias voces.
La mujer gorda de negro, al escuchar y ver esta escena, se desplomó sobre el cajón con tanta fuerza, que lo volteó.
Juan voló y luego golpeó su parietal izquierdo contra el piso de mosaicos.
Un hilo de sangre salía de su oreja.El charco dibujado simulaba una silueta gigantesca y acusadora.
-Ahora sí, dijo el comisario.Con un pañuelito de papel secó su frente transpirada.

                      Saúl Buk         

jueves, 11 de febrero de 2016

               Yo
Dos letras unidas.
Es el pájaro,
Que se transforma en círculo.
Al  principio la Y
Eleva el ala,
Luego revolotea y baja.
Más tarde, sube.
Ahora desciende en picada.
Orgullosa se alza,
Hasta conformar
Ese mundito redondo,
Que soy.

           Saúl Buk-17-06-12

martes, 9 de febrero de 2016



       CIEGA
Se abren las puertas,
Entra ella.
Me mira, pero no me ve.
¿Será porque tiene los auriculares puestos?
Cuando se escucha música con pasión,
¿No se ve?
Debe ser por eso.
Ella me conoce,
Me conoce muy bien,
Demasiado, diría.
Pero me mira y no me ve.
Me acerco, le hablo,
Le golpeo la espalda, la sacudo.
Gira lentamente su cabeza
Y me mira.
Tararea.

Pero no me ve.


       CIEGA
Se abren las puertas,
Entra ella.
Me mira, pero no me ve.
¿Será porque tiene los auriculares puestos?
Cuando se escucha música con pasión,
¿No se ve?
Debe ser por eso.
Ella me conoce,
Me conoce muy bien,
Demasiado, diría.
Pero me mira y no me ve.
Me acerco, le hablo,
Le golpeo la espalda, la sacudo.
Gira lentamente su cabeza
Y me mira.
Tararea.

Pero no me ve.


       CIEGA
Se abren las puertas,
Entra ella.
Me mira, pero no me ve.
¿Será porque tiene los auriculares puestos?
Cuando se escucha música con pasión,
¿No se ve?
Debe ser por eso.
Ella me conoce,
Me conoce muy bien,
Demasiado, diría.
Pero me mira y no me ve.
Me acerco, le hablo,
Le golpeo la espalda, la sacudo.
Gira lentamente su cabeza
Y me mira.
Tararea.

Pero no me ve.


       CIEGA
Se abren las puertas,
Entra ella.
Me mira, pero no me ve.
¿Será porque tiene los auriculares puestos?
Cuando se escucha música con pasión,
¿No se ve?
Debe ser por eso.
Ella me conoce,
Me conoce muy bien,
Demasiado, diría.
Pero me mira y no me ve.
Me acerco, le hablo,
Le golpeo la espalda, la sacudo.
Gira lentamente su cabeza
Y me mira.
Tararea.

Pero no me ve.

miércoles, 3 de febrero de 2016

                                    De Venecia

Detrás de la neblina
se escondía.
En el puente de los suspiros
lo encontraba,
al fantasma de los pobres,
condenados para siempre.

Yo veía sus manos vacías,
apoyadas en las rejas.
Sus lágrimas derramarse
a través de ellas.

El agua no es laguna,
es llanto condenado
que inunda la ciudad.
¿Por qué?

Tanto dolor escrito
en las paredes grises.
Allí dejaron sus marcas
profundas angustias.
Que duelen, se perciben,
Existen.

Adiós Venecia.
Adiós suspiros.
Adiós ghetto.
Volveré.


                     Saúl Buk

martes, 2 de febrero de 2016


Concierto callejero
Cuando el colectivo al girar,
hace música con sus frenos
sobre el piano peatonal de la esquina,
las bocinas de los autos acompañan a rabiar.
Y curiosamente los transeúntes bailan,
pisando el teclado de asfalto.
Se contorsionan esquivando a los integrantes de la orquesta.
El sol sale sigilosamente  del escenario.
Los intérpretes se van retirando
 y los bailarines también.
El solista me da la mano.
Me quedo sólo, sosteniendo la batuta.

Saludo y agradezco a nadie.