Buscando una explicación
Esa tarde, inspirado en la contemplación de algunos cuadros pintados
por Monet, en especial los de la
catedral de Rouen, me propuse investigar, al estilo del pintor, como variaba el
color dentro de la hamburguesería de la calle
Cabildo. Tomando en consideración esa
propuesta, en la cual la
variación de la luz influye en la formas e incorporando la cuarta dimensión,
que es el tiempo.
Mi variante sería trabajar con las modificaciones del color y las
formas, pero casi con la misma luz.
Comencé a las ocho de la mañana. Ingresaban jóvenes alegres con su
vestimenta muy colorida. Inundaban el espacio,
el azul, el rojo y el amarillo. Colores primarios, que en forma de sueltas
pinceladas, teñían las coberturas de sus cuerpos. Agregándose, los
impenetrables oscuros del café y los
colores tierra de las medialunas recién horneadas.
No pude abstraerme de mirar a una bella muchacha, con su ropa ajustada,
que me recordó al envase de una gaseosa.
Pensé: ¿El Creador se habrá inspirado en la Coca- Cola para crear a la mujer?
Me acerqué al mostrador y pedí un cortado. Mientras esperaba, vi en
el espejo reflejada mi figura. Confundida entre todas las demás.
Esta escena, me propuso la visualización de un bellísimo cuadro impresionista,
enmarcado en el aire. Eran golpes de color apareados.
A medida que pasaban las horas y hasta las tres de la tarde, iba variando ligeramente la mancha multicolor, ya
que a la composición mental que me iba haciendo, se agregaba un toque de
espátula. Era el periódico, con sus
matices de gris, negro y algún que otro rojo y azul.
También influían en el color, las hamburguesas casi rojizas,
que dramatizaban levemente la escena. A esto había que agregarle el verde de la
lechuga y el color del pan.
¡Un derroche de simpleza y
audacia!
Luego, y hasta las 19hs.concurría gente de más edad. Colores tranquilos, como ser marrones y azules oscuros,
con toques de blanco en sus camisas.
Hasta las 22hs., nuevamente viraban los pigmentos hacia una luz
brillante. Los jóvenes llevaban en sus platos, rápidas pinceladas de
hamburguesa, queso, lechuga, pollo, tomate y mostaza.
A esto se le sumaban los matices obtenidos por yuxtaposición.
El televisor, que funcionaba permanentemente, ofrecía en ese
momento, la imagen de un nutricionista que efusivamente recomendaba beber leche
en cantidades abundantes, para reforzar el calcio del organismo.
Se produjo algo así como una psicosis colectiva. Todos solicitamos
un vaso de leche. Lo sosteníamos con la mano en alto y nos deseábamos “salud”.
Esta situación se fue repitiendo.
Me fui al primer piso. Me molestaba esa propaganda comercial, pero resultó
que la radio propalaba el mismo texto, en la
voz de un periodista que se especializaba en gastronomía.
Se percibió en el ambiente un
espasmo generalizado, cierta incomodidad, que dio la sensación, de que se le
estaba transfundiendo leche endovenosa a
los concurrentes.
A partir de esa hora, noté que el brazo de uno de los comensales, se
tornaba blanco, luego la cabeza de otro
adquiría el mismo color.
Comencé a sentir escalofríos, como cuando se padece de altas
temperaturas por una enfermedad
infecciosa.
Cada uno de los integrantes ocupaba un lugar en el espectro, que cubría la gama del blanco ceniza, como si fueran flashes disparados intencionalmente.
Telas blancas, pero sin bastidor.
Cuando la última mano se blanqueó, el local ya estaba cerrado. Yo me
había retirado al exterior y estaba parado sobre la vereda, viendo esa rara
metamorfosis.
Apagadas las luces, todas las personas se transformaron en sábanas blancas,
blancas como el alma y parecían estar unidas en sus puntas por broches, como
los de la ropa.
Subían y bajaban. Un extraño ritual. Hacían algunas reverencias,
dirigiéndose exactamente al lugar en el
cual yo estaba ubicado. Miraban con sus
ojos despupilados, que eran simplemente un ojal. ¿Me invitaban a pasar?
Todavía no entiendo por qué extraño sortilegio, alguien me acercó un
vaso de leche.
Atravesé el vidrio de la
puerta sin romperlo y me transformé.
Yo también era un fantasma.
La danza se extendió hasta las 6.55 de la mañana.
Cinco minutos antes de que abrieran nuevamente, todo el local quedó
ausente de color.Negro, negro.
Transcurridos algunos días me
repuse y fui a consultar sobre lo sucedido con el gerente de la cafetería. Me
explicó que en algunas oportunidades se
producía este fenómeno, especialmente en las épocas en la que los tamberos
anunciaban que en el país había
superproducción de leche vacuna.