Tacto
A las yemas
de dos dedos
les opuso
el pulgar.
Pinzó con
fuerza la cucharita
y revolvió
el tibio café.
Ansiaba su
llegada.
Temblando,
con el
dorso de su mano la recorrió.
La
disfrutaba.
Distanció
sus cansados párpados
y en un amanecer
de nieve
aparecieron
dos cuencos blancos.
Fue inútil
el esfuerzo,
la tiniebla
se sostuvo.
No hacía
falta más que un dedo
para
dibujar su ardiente corazón.
Entonces,
enloquecidos
se entregaron al amor.
Saúl Buk
31-03-2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario