domingo, 2 de abril de 2017


                Tacto

A las yemas de dos dedos
les opuso el pulgar.
Pinzó con fuerza la cucharita
y revolvió el tibio café.
Ansiaba su llegada.
Temblando,
con el dorso de su mano la recorrió.
La disfrutaba.
Distanció sus cansados párpados
y en un amanecer de nieve
aparecieron dos cuencos blancos.
Fue inútil el esfuerzo,
la tiniebla se sostuvo.
No hacía falta más que un dedo
para dibujar su ardiente corazón.
Entonces,
enloquecidos se entregaron al amor.

      Saúl Buk  31-03-2017

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