martes, 25 de abril de 2017

       La mano
Sólo en mi cuarto,
escondido detrás de la pesada cortina,
con el rabillo del ojo la miro.
Me asusta la forma de esa nube:
negra-azabache-oscura tormenta.
Tiemblo.
No sé por qué su contorno me recuerda
aquello de mi niñez.
Ansioso,
como un león que persigue a su presa,
busco otra nube.
La encuentro.
Es blanca, amorfa, casi pura.
Mis pupilas la absorben.
Efectúa inútiles giros,
como si ella fuera un bufón
y yo el rey.
Pero, nada.
Me cubro como un caracol.
Escucho un ruido
por detrás del telón que me oculta.
Espío.
Emerge en el cielo,
la de los tristes colores mezclados.
Desciendo a mi infancia, muy a pesar mío.
pero cuando siento aquella mano,
respiro  tranquilo.
Ya es de día.

  Saúl Buk   25-04-2017 

lunes, 17 de abril de 2017


              Única
Esa transparente lágrima,
temerosa rodaba por tu mejilla.
Hasta que estalló en mil pedazos
apretada por nuestro rojo amor.
Ella lloraba su propio llanto,
de alegría infinita,
de dolor inicial.
No pudo ni quiso esquivar
el apretón de nuestras pieles.
Luego vinieron muchas más,
pero esa fue la primera
y la primera  no se olvida,
Amor.

     Saúl Buk  17-04-2017

martes, 11 de abril de 2017


                      Veo

Veo grises y estáticas  columnas
soportando el clima  de aquel café.
La gente que rodea las mesas
son apenas un auxilio.
A pesar del esfuerzo del “señor de la compu”
que mueve su pié como si pedaleara con furia
una antigua máquina de coser.
Veo a la rubia que se sentó Nefertiti,
frente a su amigo sosteniendo la taza en el aire;
disimula su pié derecho
debajo de su expuesto muslo.
El tipo la mira y se acomoda el cabello;
parece atravesarla…pero no.
Mientras, ella no habla ni bebe.
¡Ah! Una señora toda de negro,
me hace sombra de costado
y le saca una foto a la valija
del señor que la acompaña.
Los demás son ojos sometidos al celular.
Hipnotizados.
Aburrido procuro introducirme
en el pensamiento de ellos.
No encuentro  nada.
¿Me habré contagiado?

    Saúl Buk   10-04-2017

domingo, 2 de abril de 2017


                Tacto

A las yemas de dos dedos
les opuso el pulgar.
Pinzó con fuerza la cucharita
y revolvió el tibio café.
Ansiaba su llegada.
Temblando,
con el dorso de su mano la recorrió.
La disfrutaba.
Distanció sus cansados párpados
y en un amanecer de nieve
aparecieron dos cuencos blancos.
Fue inútil el esfuerzo,
la tiniebla se sostuvo.
No hacía falta más que un dedo
para dibujar su ardiente corazón.
Entonces,
enloquecidos se entregaron al amor.

      Saúl Buk  31-03-2017