El tipo del
traje gris
Entró arrastrando sus gastados zapatos marrones.
Un tipo grande.
Cargaba con su enorme traje, viejo y brilloso.
Le sobraba gris.
Su mesa reservada, ya tenía la botella de vino.
Mientras se sentaba, alisando los tres pelos de su calva,
el mozo le servía el tomate partido y le alcanzaba la
cuenta.
Comía lentamente.
Acercó su mano a la billetera.
Los dos billetes de cien pesos los apoyó sobre la mesa.
Sus pequeños ojos celestes no dejaban en paz al ocre dinero.
Menú ejecutivo.
Segundo plato: ravioles.
La salsa la pidió aparte.
Con cuchara levantaba la pasta,
que demoraba en llegar a su boca.
Una lágrima por cada billete.
El mozo los retiró sin lástima.
Trajo el vuelto en una mano y el postre en la otra.
Manzana asada.
El tipo dejó la propina: dos marrones
y guardó el cambio.
La fruta, ya la había trasladado a su estómago.
Lento, sacó la raída billetera de cuero.
La apretaba.
Tenía la vista fija en los dos billetes de diez.
De cinco pesos sacó un par.
Quiso suplantarlos.
Una leve mueca apareció en su boca y se arrepintió.
Desplegó con esfuerzo su esqueleto,
como si fuera un metro plegadizo.
Sostenía con dolor las telas grises de su ropa.
Agotado, no se sabe a quién, le dijo:
“hasta mañana”.
Saúl Buk
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