miércoles, 28 de septiembre de 2016

                                              Nueve dedos para una lata
Hoy le toca pescado. Va a la heladera y con su mano izquierda saca una tira de papel impreso, adherido a una pequeña lata redonda y cerrada de ambos lados. Se calza los anteojos y lee: atún.
La lleva  a la mesada y la limpia con una servilleta de papel, luego hace un bollito y lo cabecea, como siempre, para finalmente embocarlo en el tacho de residuos.
Da dos pasos a la derecha  pisando únicamente las baldosas negras del piso hecho en damero. Abre con su mano izquierda el segundo cajón del mueble y saca dos tiritas de metal con algo redondo en su extremo: el abridor de latas.
Golpea el mármol con su puño derecho, enojado  por haber tirado la servilleta. Busca otra y limpia el abridor.
Antes de intentar abrir la lata hace algunos movimientos de flexo- extensión con los dedos  de su mano derecha.
Son cuatro, porque al pulgar se lo amputó una sierra en la carpintería.
Sonríe. Aprieta sus labios. Mira al cielo. Piensa que esta vez no va a tener dificultades.
Agarra la latita con su mano izquierda y con la otra trata de encajar la ruedita filosa en el borde sobresaliente de la misma. No lo logra. Otra vez golpea el mármol de la mesada. Insiste y ahora sí; se encajó, se escuchó el ruidito.
Ahora la lata y el abridor son como novios recién casados.
¿Por qué no hay abridores para zurdos? Nadie se dio cuenta de que él no puede con la mano derecha hacer girar la manivela para abrir la lata.
Camina hacia la mesa de carpintero, llevando esa extraña escultura que forman la lata y el abridor. El misterio está adentro. Mira fijo la lata. ¿Será de atún el contenido?
Engancha en la morsa la parte giratoria del abridor  y da vuelta la lata. Como siempre, coloca un plato debajo, porque empieza a caer el aceite. Aprieta fuerte la rueda del abridor y con la mano izquierda hace girar la lata. Se va abriendo. Antes de que se corte del todo la tapa, afloja la presión de la morsa y retira la lata. La da vuelta y trata de sacar con la mano la tapa ya casi totalmente desprendida.
En el esfuerzo se le zafa y se lastima la yema del pulgar. Como siempre, una gota de sangre cae sobre el pescado.
Su cara se pone tan roja como el atún teñido.
Respira hondo, se relaja. Sacude los nueve dedos. Va al cajón de los cubiertos, retira un tenedor con su mano izquierda y como siempre, come de la lata.
                                                            Saúl Buk  

jueves, 22 de septiembre de 2016

El tipo del traje gris
Entró arrastrando sus gastados zapatos marrones.
Un tipo grande.
Cargaba con su enorme traje, viejo y brilloso.
Le sobraba gris.
Su mesa reservada, ya tenía la botella de vino.
Mientras se sentaba, alisando los tres pelos de su calva,
el mozo le servía el tomate partido y le alcanzaba la cuenta.
Comía lentamente.
Acercó su mano a la billetera.
Los dos billetes de cien pesos  los apoyó sobre la mesa.
Sus pequeños ojos celestes  no dejaban en paz al ocre dinero. 
Menú ejecutivo.
Segundo plato: ravioles.
La salsa la pidió aparte.
Con cuchara levantaba la pasta,  
que demoraba en llegar a su boca.
Una lágrima por cada billete.
El mozo los retiró sin lástima.
Trajo el vuelto en una mano y el postre en la otra.
Manzana asada.
El tipo dejó la propina: dos marrones
y guardó el cambio.
La fruta, ya la había trasladado a su estómago.
Lento, sacó la raída billetera de cuero.
La apretaba.
Tenía la vista fija en los dos billetes de diez.
De cinco pesos sacó un par.
Quiso suplantarlos.
Una leve mueca apareció en su boca y se arrepintió.
Desplegó con esfuerzo  su esqueleto,
como si fuera un metro plegadizo.     
Sostenía con dolor las telas  grises de su ropa.
Agotado, no se sabe a quién,  le dijo:
“hasta mañana”.
         Saúl Buk  
                  Hoy
Me di cuenta que las palabras no alcanzan,
 que son pobres e incompletas;
 como nosotros.
Vacías, pero llenas;
suelen ser como las cajas de un mago.
 Me siento atiborrado de algo
que no consigo expresar.
¿Cuál es el lenguaje para decirte lo mucho que te quiero?
O tal vez no deba decirlo.
¿Cómo lo resuelvo?
 Se me ocurre  dudar,
 dudar de cómo hacerlo.
¿Preguntarte?...
¿Responderte?...
 Brota de mi alma un sentimiento,
un pimpollo en primavera.
Combinación de alegrías y tristezas compartidas,
pero no consigo derramar la tinta
color amor que desborda mi copa.
Me contengo frente a ese muro.
Percibo  tu dolor como propio.
Gozo con tu risa.
Siento que siempre estoy en vos.
       Saúl Buk      

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Etnias de “La Grenouillere”


Luces, de trazas blancas.
Oscuros, casi negros.
Grises gritando. ¡Qué grises!
Verdes sobre verdes.
¿Qué son?
De rojos y ocres, surgen fuegos en el agua.
Manchas en el “Camembert”.
Humanos color noche,
Sólo uno, es un brochazo azul.
Solitarios.
Pinceladas verticales, grises azuladas.
Otras acostadas, labios de mujer y blanco.
¿Se entrecruzarán?
Rojo que desgarra el negro.
Drama en el bote.
Dos en el agua. Muchos aislados.
¿Y el árbol?
Uno para todos, como un padre.
Proyecta su sombra.
¿Alcanza?
Seis en el bar.
Tres de oscuro, tres de blanco…
 Todos grises, plomizos.
Sus ausentes miradas, descubren el azul y el amarillo,
Total, dicen, en el fondo todo se mezcla.
Cezanne dixit:
“Monet es sólo un ojo,
Pero, Dios mío, qué ojo”
Los óleos puros de los pomos,
Agradecen el encanto.
                   Saúl Buk